domingo, 26 de marzo de 2017

Donde habitan las musas

Mi mente se prepara para la presentación de mi último libro.
Unos días antes de un evento de este tipo suele ocurrir que comience a ensayar discursos durante la noche. Mis propias palabras me mantienen en un estado de duermevela. Ocurre practicamente todos los días previos a la charla. No estoy suficientemente despierta como para racionalizar lo que está siendo dicho pero percibo la belleza del mensaje. Una vez despierta solo recuerdo vagamente el contenido de la disertación pero me quedo fascinada por la impronta que deja en mí lo que ha sido recibido.
Quién sea que hable en el interior de mi cerebro mientras duermo es mucho más lúcido, más sensible y más amoroso que yo. Debe tener acceso a ese gran archivo donde -según Platón- habita el mundo de las Ideas puras.
La puerta de este archivo- que deben custodiar las musas- suele permanecer cerrada.
Parece ser que se necesita un corazón puro para que la puerta se abra de par en par.
¿Cómo se purifica un corazón?
Voy a indagar en ello.
Si el próximo día, uno de Abril, estás allí para escucharme, ya me dirás si crees que logré entrar por la preciada puerta.




viernes, 24 de marzo de 2017

Yo soy...

Mi amiga Elena me contaba un día una experiencia que tuvo de niña: se subió a un taburete, se miró en el espejo y por primera vez se dio cuenta de que eso que estaba viendo era ella. Tenía tres años.
Yo no recuerdo ese momento pero si sé que a una edad aproximada a la suya abandoné como ella la  multidimensionalidad.
He simulado estar bien desde entonces a pesar de mi desolación porque, entre otras cosas, no sabía que había perdido algo de infinito valor.  Había perdido mi propia ausencia. Ausencia de mi persona. Ausencia en la que yo vivía inmersa en un todo simultáneo a mí, en un caótico destiempo, conectada con un sinfín de objetos, todos ellos fabricados de amor, como yo.
Hoy (sin necesidad de taburete) me miro en el espejo y le comunico a mi imagen que quiero que deje de mostrarme a alguien. Voy a recuperar mi preciada ausencia y a amalgamarme de nuevo con todas las dimensiones: largo, ancho, profundo, suficiente, imposible, nuevo, vertiginoso e infinito.



miércoles, 22 de marzo de 2017

Escoge una persona

"Escoge una persona que te mire como si fueras magia"
                                                                    Frida Kahlo.

Escoge una persona que te mire como si fueras magia y te convierta en magia.
Que abandone la realidad para mirarte y no tenga prisa por regresar.
Alguien capaz de olvidarse del móvil en tu presencia porque la musicalidad de tu risa le recuerda...
Alguien que sin estar enamorado de ti se enamoraría sin dudarlo un segundo si no fuera porque lo vuestro es otra cosa: lo vuestro es magia.
Alguien que no necesita que existas porque si ve eso que ve en ti es porque por supuesto es un mago y se basta a sí mismo.
Escoge una persona que tire al mar su ordenador cuando le ofrezcas contarle una larga historia a la luz de una hoguera.
Escoge a alguien que no dude en abandonarlo todo para seguirte hasta el final de tu sonrisa.
Escoge una persona que te cuente cómo eres cuando eres magia.
Y una vez que lo sepas, no vuelvas a ser otra cosa.
                             

martes, 21 de marzo de 2017

El mejor día de tu vida

Escucho esta frase: "El mejor día de tu vida aún no ha llegado".
En un primer momento me resulta  una idea muy alentadora: cuando se den una serie de circunstancias conseguiré el mejor día de mi vida.
Me quedo pensando y me doy cuenta de que es un engaño de la mente. Pase lo que pase, ésta nunca considerará que lo que ha obtenido es suficiente y anhelará algo más. Por lo tanto ese día no llegará nunca. Siempre estará en el futuro.
Como la mente trata de engañarme voy a intentar engañarla yo a ella.
Decido cambiar la frase: "El mejor día de mi vida al fin llegó: es hoy"
Ahora voy a repetirla el suficiente número de veces y de manera suficientemente convincente- como diría Gurdjieff- para que mi cerebro acepte este hecho como verdadero.
Mi cerebro se rebela, por supuesto, contra esta afirmación. Se enfada, incluso: Nieves, ¿eres idiota?, ¡cómo va a ser hoy el mejor día de tu vida!,  hoy es un día corriente, carente de sorpresas. Tienes que desear algo mucho mejor de lo que tienes.
Repito la frase de nuevo: "Hoy es el mejor día de mi vida" y me propongo creérmela durante un rato. Cierro los ojos y me imagino que  es cierto, que hoy es el mejor día de mi vida. Durante unos segundos consigo un efecto muy curioso: desaparecen de mi mente todas mis circunstancias y en algún lugar algo se alegra con inusitada alegría.
Mi mente me provoca a continuación un sentimiento de frustración. Le encanta hacer eso. De ese modo me demuestra que siempre tiene razón y que yo soy una pobre ingenua.
Sigo repitiendo mi frase: "Hoy es el mejor día de mi vida". Voy perdiendo entusiasmo. Ya no me lo creo en absoluto. Vuelvo a repetirla, una y otra vez. Con los ojos cerrados, sonriendo. Una y otra vez.
Es ya una cuestión de honor. No voy a permitirle a mi mente que se salga con la suya.
Hoy es el mejor día de mi vida. Pero, ¡qué bobadas estás haciendo!- me dice con tono airado. Hoy es el mejor día de mi vida. ¿Tratas de obviar todos tus problemas?- me pregunta tratando de preocuparme. Hoy es el mejor día de mi vida. No lo vas a conseguir- asegura. Hoy es el mejor día de mi vida. Cuando te canses de estas tonterías, te darás cuenta de que el futuro es tu única oportunidad- afirma.
Hoy es el mejor día de mi vida. 
Cada día lo será. Aunque yo no me lo crea, lo será.
La completitud es nuestro estado original.








jueves, 16 de marzo de 2017

Presencia

Me enamoré un día de un hombre que, en estado contemplativo, tomaba café sentado en una terraza, frente al mar. Le observé durante unos minutos. Me llamaba poderosamente la atención su serenidad -no es habitual ver a alguien disfrutar de su propia compañía.
Creo que era "presencia" lo que percibí ese día.
Eso que está detrás de todo lo demás. El secreto mejor guardado de Dios. Algo tan obvio que no se ve. Está en el Tibet y también en tu casa. Contiene toda la música y todo movimiento.
Él me enseñó a amar esta presencia.
Veinticinco años después su mirada de artista sigue mostrándome hacia dónde debo mirar para poder ver.






  • meditación, abstracción, recogimiento, misticismo

miércoles, 15 de marzo de 2017

Sencilla felicidad

La felicidad anda rondando mi casa. Abro la ventana de vez en cuando y la observo ir y venir, pero la  puerta la mantengo cerrada, aún no tengo claro si quiero franquearle la entrada.
Dicen que uno es feliz cuando tiene la sensación de haber recibido de la vida todo lo que esperaba.
En el momento en que me sienta satisfecha con lo que tengo, seré feliz.
Puede ser ahora mismo. Solo necesito un sentimiento global y absoluto de agradecimiento.
(Agradecimiento: "sentimiento de valoración de algo recibido")
Está bien, acepto ser feliz.
Abro la puerta.

El amor se ama a sí mismo, todo el tiempo.





















martes, 14 de marzo de 2017

El recreo

Una amiga me preguntó por teléfono hace unos años: "¿Te apetece que vaya esta tarde a tu casa a tomar un café?". tenía muchas ganas de verla pero tardé unos segundos en contestar, ¡tenía que hacer tantos cálculos!, al final le contesté con otra pregunta: "¿De acuerdo, pero a qué hora te irías?" Ella, que me conocía bastante bien, empezó a reírse y exclamó: ¡Nieves, creo que tienes un serio problema con el tiempo, ja, ja, ja...!
Corroboré dicha cuestión cuando, por la misma época, una mujer que atravesaba serios problemos económicos (después de haber dilapidado, como el resto de su familia, la herencia del abuelo, el multimillonario dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, cuya fabulosa fortuna pude comprobar al visionar algunas fotos del interior del palacio donde vivían, en las que se podía ver de niña a la mujer que ahora tenía delante, con cara de susto y un vestidito de falda almidonada, rodeada de perros afganos, ante una magnífica mesa decorada con vajilla y cubertería de oro macizo- pero esto ya sería parte de otra historia) esta mujer, después de que yo le diera largas una y otra vez respecto a las variadas actividades que me proponía para hacer en común, me dijo algo enfadada: "Nieves, yo seré pobre en dinero pero tú eres pobre en tiempo y yo no sé qué es peor".  
¡Pobre en tiempo!, ¡qué circunstancia tan lamentable! Desde niña miraba de manera compulsiva el reloj que llevaba en la muñeca. Cuentan que los romanos necesitaron medir el tiempo para calcular, entre otras cosas, el espacio dedicado a cada orador y estaba claro que yo necesitaba medirlo para calcular la magnitud de tedio que me esperaba hasta el momento de recuperar la ansiada libertad, al salir del colegio. Media hora de recreo y seis de clase. Proporción inadecuada, a mi entender, para un espíritu libre.
Un tiempo después, me convertí en profesora. De nuevo un timbre me obligaba a entrar o salir del aula cuando el conserje de turno miraba el fatídico reloj. Media hora de recreo y seis de clase. 
Querida Aída, yo no era pobre en tiempo, era pobre en horas de recreo. Horas en las que el tiempo no se mide. Porque cuando el tiempo no se mide, no existe. Y cuando el tiempo no existe solo hay puro gozo de vivir, porque ocurre entonces que uno está embarcado en una actividad tan placentera que no es consciente ni siquiera de ser alguien. Y como no hay un alguien consciente de estar haciendo algo, no hay nadie midiendo el dichoso tiempo. 
Hay que salir mucho más a menudo al recreo.