Le contaría al año que está por venir que yo lo que realmente deseo es una alegría consistente.
La que tengo parece firme pero¡qué va! no es sólida, a la mínima se desvanece. Debe ser que se basa en logros, halagos y lisonjas.
Lo que ahora pido es una alegría compacta, que no se requebraje. Y que surja espontánea, sin esperarla.
Decía Lao Tzé: "Si hay música en tu alma, se escuchará en todo el universo".
En realidad es eso lo que le estoy pidiendo al año nuevo: música en el alma.
¿Será que nacemos músicos?
Perdí mi sonido.
Me sugieren que lo busque en el silencio.
¿El silencio guarda y protege los acordes de mi vida?
Sin osar rozar su pureza, intento introducirme en él para descubrirlo.
Los ruidosos pensamientos se colocan en medio.
Le pregunto al eterno silencio: ¿puedo entrar sin pensar?
No me contesta. Deduzco que es un sí.
Y entro.
La alegría me saluda con una leve inclinación de cabeza. Por mi sangre empiezan a correr notas.
Una solemne obertura me da la bienvenida.
Me acurruco entre dos espacios vacíos de conceptos. A observar el no transcurrir del tiempo.
¿Suena una antigua melodía?