jueves, 5 de junio de 2014

Cuando medía menos de un metro...

Se me ocurre recordar que cuando medía noventa centímetros el mundo de arriba, el de las personas más altas, se me antojaba perfecto.
Le pido a la niña de entonces que me cuente cómo era aquél mirar y ella- que andaba por aquí- complaciente expone:
Todo ocurre, no hay nada que se quede sin ser. Todo está sin estrenar porque no conozco la palabra usado.
No tengo nada que hacer pero nunca me detengo porque es divertido moverse. Me duermo pero no sé que estoy dormida por eso cuando me despierto sigo soñando. No sé que no sé bailar y bailo como me da la gana. Hay suelo todo el tiempo, me tumbo en él, las pelusas ruedan, cuando las cojo con los dedos son suaves. No sé que creceré algún día, ni siquiera sé que existe el tiempo, para jugar no necesito nada más que lo que tengo.
Me escondo debajo de la cama para no ver nada cuando me canso de mirar. Si voy al espejo veo lo que veo y si no voy no está lo que no estoy viendo. Voy con el hambre corriendo a comer. Primero hay niebla y después me duermo.
No conozco el significado de nunca y siempre, todo está y cuando no está no me acuerdo.