jueves, 26 de noviembre de 2015

DOS PUERTAS

Hay dos puertas por las que llego hasta mí.
Una de ellas me conduce hasta este organismo animado que parezco ser yo: un ente que razona, memoriza, cataloga, sintetiza, recuerda, juzga, enumera...
La otra me transporta hacia...¿el misterio?
Cuando atravieso la segunda, no peso, no mido, no contamino, no me desgasto...
En ese lugar no me conozco, esto es lo más emocionante.
¿Tres cervezas y estás dentro?
¡Qué va!
¿Con marihuana?
Tampoco.
¿Éxtasis, cocaína?
¡Qué no!, no insistas.
¿Cómo explicarlo? :
Aquí el dolor está, pero no duele.
No hay noticias de nada ni de nadie. Todo está al lado de todo lo que ha habido y habrá.
El futuro se introduce de cuerpo entero en este instante y el interés por todo se relaja, tumbándose a reposar bajo una higuera.
Con cara de asombro y ciertamente emocionada decido que este es mi lugar, ¿cómo no lo habré descubierto antes?, pero me veo atravesando de nuevo la primera puerta. 
¿A dónde vas, triste de ti?, ¿por qué vuelves a los afanes y las pretensiones?
Aquí estoy otra vez, es verdad. 
Te pusiste muy seria.
¿Debería estar riéndome todo el tiempo?
Sí, por dentro.
No hay otra manera de descubrir el juego que juega la Conciencia.


miércoles, 18 de noviembre de 2015

PACIENCIA

Tengo un profesor de guitarra flamenca. Me enseña acordes y paciencia.
Tengo una madre de noventa y tres años, sin memoria. Me enseña compasión y paciencia.
Tengo unos alumnos algo ignorantes. Me enseñan ingenuidad y paciencia.
Tengo una pareja que nunca se queja. Me enseña bondad y paciencia.
Creo que la vida está tratando de hacerme ver de mil maneras que soy algo impaciente.
Definición de impaciente: " Intranquilo, preocupado por algo que se espera o se desea".
¿Qué espero?, ¿qué deseo?
 Solo paz.
"La paciencia es un árbol de raíz muy amarga pero de frutos muy dulces"- decía Fénelon, teólogo, obispo, poeta y escritor francés.
El dulce fruto del árbol de la paciencia debe ser esa paz que tanto anhelo.
¿Tendré paciencia para esperar a que madure el fruto?
Esta vez sí.

viernes, 13 de noviembre de 2015

¿Nos ama el sol?

En los márgenes del parking de mi centro de trabajo un señor del barrio, ya mayor, creó un huerto donde antes solo crecía mala hierba.
Empezó siendo un lugar para que los alumnos de la ESO sembraran la tierra y recolectaran sus frutos.
De esa experiencia ya no queda nada, pero el jardinero sigue en su puesto, cuidando de esa diminuta parcela de terreno casi invadida por los coches.
Anoche, a las nueve y media, me lo encontré ya de salida, ¿quieres una col?, sí, claro. La sacó de la tierra delante de mí, con su navaja, con gran esfuerzo, cortando el tronco que la anclaba a la tierra. Me la entregó y yo la cogí casi abrazándola. Estaba viva todavía. Casi se me saltan las lágrimas.
Me acompañó esa col hasta mi casa, sentadita a mi lado en el coche.
¿Se puede sentir amor por un repollo? Creo que era ese el sentimiento que me despertó la pequeña bola blanca rodeada de hojas.

Una amiga me escribe: "¡Gracias por tanto!, eres una de las pinzas que sujeta mis prendas al sol".
Lo leo, cierro los ojos y respiro profundo, agradecida por formar parte de ese luminoso conjunto de ropa limpia,  pinzas y  sol.
Me recordó a una frase de un libro que un cierto día leí emocionada:
"Seguro que mi madre eligió mi nombre mientras abría la ventana sonriéndole al sol de la mañana, como hacía siempre".
¡Ay, sol, y plantas, fuego, viento, agua y silencio!, me habláis en un lenguaje que entiendo mejor que el de algunos seres humanos.