viernes, 24 de marzo de 2017

Yo soy...

Mi amiga Elena me contaba un día una experiencia que tuvo de niña: se subió a un taburete, se miró en el espejo y por primera vez se dio cuenta de que eso que estaba viendo era ella. Tenía tres años.
Yo no recuerdo ese momento pero si sé que a una edad aproximada a la suya abandoné como ella la  multidimensionalidad.
He simulado estar bien desde entonces a pesar de mi desolación porque, entre otras cosas, no sabía que había perdido algo de infinito valor.  Había perdido mi propia ausencia. Ausencia de mi persona. Ausencia en la que yo vivía inmersa en un todo simultáneo a mí, en un caótico destiempo, conectada con un sinfín de objetos, todos ellos fabricados de amor, como yo.
Hoy (sin necesidad de taburete) me miro en el espejo y le comunico a mi imagen que quiero que deje de mostrarme a alguien. Voy a recuperar mi preciada ausencia y a amalgamarme de nuevo con todas las dimensiones: largo, ancho, profundo, suficiente, imposible, nuevo, vertiginoso e infinito.