jueves, 24 de octubre de 2013

El dolor ajeno

Hace unos cuatro meses que no me divierto nada. No es que me haya vuelto rarita, es que no he tenido la menor oportunidad, me ha tocado cuidar de otros.
Mi ego, entretanto, ha estado tratando de incitarme a la rebelión, y algunos días me ha dado por escucharle, dándome ganas de huir del campo de batalla.
No es fácil cuidar cuando estás convencido de que eres una gran persona llevando a cabo una importante labor humanitaria, pero crees que no es justo dar mucho más de lo que recibes y a pesar de tu actitud desinteresada (que no lo es en absoluto) acabas sintiendo pena de ti misma.
(De nuevo se trata de mi ego tratando de ponerse unas cuantas medallas, ya está, ya lo he pillado, ahora puedo continuar con mi actividad compasiva)
Pero el ego es obstinado: "esto no es vida, deberías hacer un viaje, te vas a deprimir, existe el síndrome del cuidador..." insiste a todas horas, tratando de quebrantar mi ya debilitada voluntad. Consigue que desarrolle una pizca de tristeza, pero consigo revolverme contra su tiranía, le conozco muy bien, seguí sus indicaciones al pie de la letra durante años y lo máximo que conseguí fue un divorcio.
Van pasando mientras tanto los días, intentando mantener a éste a raya, y parece que voy aprendiendo a disfrutar del placer de procurar consuelo sin esperar nada a cambio. Es algo nuevo en mi caso, aunque haya presumido algunas veces de ser una mujer bondadosa (no lo era, solo lo parecía porque no había tenido que demostrármelo a mí misma)
Puede que vuelva a ser mi ego disfrazado de mujer humilde y sincera, mejor dejo de escribir.
Solo una frase más (a ver si logro despistarlo mientras tanto), solo añadir que hay algo dulce en el acompañar el dolor ajeno...y esa dulzura, ¡me hace tanta falta a mí también!