martes, 4 de noviembre de 2014

MI AMIGA LA VIDA

Me gusta jugar con la vida. A su lado, me refiero, porque ella se divierte todo el tiempo y uno puede entrar en el juego que de continuo propone o permanecer fuera, en el interior de la mente, en un laberinto de pensamientos, a solas con el infeliz que todos llevamos dentro.
Mi ser infeliz es gris, denso, monótono, cansino... pero, en la actualidad, nada operativo.
Se pone muy serio, expone una serie de argumentos, convincentes- según él- por los cuales yo debería estar preocupada, deprimida, asustada, en alerta... yo le escucho porque si no, se revuelve rabioso contra mí- enfadado es terrible- así que le escucho, como decía, y de inmediato, borro sin miramientos el contenido de su discurso y reinicio mi actividad mental. Sin él, el dolor es una experiencia estimulante, el sufrimiento ajeno, una oportunidad para entrenar la compasión infinita, los problemas, ensayos de aceptación, las pérdidas, ocasiones para ejercitar el desapego.
Sentada frente a mi pareja, en una cafetería, jugando a perturbar la realidad, le pregunto:
-Si fueras un violín dentro de una funda, ¿dónde te gustaría que te colocasen en el interior de una casa?
Él, acostumbrado a mis peculiares pasatiempos, responde:
-Encima de un piano, para que cuando alguien lo tocara, vibraran también mis cuerdas y me sintiera vivo.
-Si fueras una hormiga y te concedieran convertirte en otra cosa, ¿qué serías?
-Un cuidador de hormigas, que protegiera al resto...
Me emocionan sus respuestas. Seguimos jugando los dos durante un rato y en ese tiempo sin tiempo, detenido el devenir de los acontecimientos, mi amiga la vida se sienta con nosotros.