sábado, 16 de marzo de 2013

Perturbando la realidad...

En el transcurso de mi vida he tomado muchas decisiones, la mayoría de ellas, absurdas.
Sin embargo hubo dos ciertamente acertadas, que determinaron un antes y un después en mi existencia.
La primera, dejar de fumar. No solo dejé el tabaco sino que me despedí de una gran parte de mi vida social que giraba en torno al paquete de Marlboro. Sin un cigarro en la mano algunas experiencias ya no tenían sentido.
Y la segunda, dejar de ser adecuada.
A continuación cito algunos de los significados de la palabra adecuado según el diccionario: "Apropiado, ajustado, ceñido, adaptado...", decidí por tanto dejar de ser tan conveniente y pertinente, y me propuse poner de nuevo en funcionamiento una parte de mi encéfalo que había quedado clausurada desde los cinco años (momento en que ingresé en el colegio-prisión de las Dominicas) para lo cual parecía imprescindible que me diera permiso a mí misma para volver a ser la que debería haber sido siempre, si no me hubieran impedido ser la que realmente era.
Desde esta perspectiva trato de enfocar mi vida y algunas veces, como ayer en clase, quedó patente este hecho.
Una de mis alumnas había llevado al instituto a su bebé de año y medio, yo le había dado permiso porque la mamá de la criatura llevaba tiempo faltando a clase por no contar con nadie que pudiera cuidar de su niña por las tardes, al salir de la guardería.
Mientras yo trataba de explicar el tema, la pequeñina balbuceaba en alto.
A esta circunstancia (que ya de por si alteró un poco al grupo) se sumó el mercadillo que se organizó a costa de mis libros, ya que lo que se suponía iba a ser una discreta venta de varios libros (de un pedido que me habían hecho el día anterior), se convirtió en un tremendo follón entre los que pagaban, los que encargaban y los que perdían el dinero que habían puesto sobre la mesa...Y por supuesto, como no podía ser de otra manera, la jefe de estudios entró en esos momentos en mi clase (cosa que ocurre muy excepcionalmente) para darle una carta a una alumna, y pudo ser testigo del circo que teníamos organizado entre todos. No había nadie sentado en su sitio. ¿Y esa niña? Preguntó.
La acompañé hasta la puerta y traté de explicarle la presencia de la pequeña. No es la primera vez que me descubren participando en actividades poco "adecuadas" (en apariencia) en el interior del aula cuando yo estoy dentro, por lo que no hizo falta ningún tipo de justificación, la jefa me sonrió con condescendencia y me dijo: "Si a la profesora le parece bien, no hay ningún problema".
Y es que sí me parece bien perturbar lo cotidiano, ya me aburrí demasiado tiempo (más de quince años, cuando yo era la más adecuada del Planeta) escuchando al profesor de turno hablando de temas que deberían haberme resultado interesantes de haber puesto ellos un poco más de alma en el asunto.
Elijo no estar ceñida ni ajustada.
Trabajo con seres humanos. Me gusta pensar que en cualquier nomento puede ocurrir algo extraordinario.