viernes, 9 de septiembre de 2016

ALGO DENTRO DE TI Y DE MÍ...

Hace algún tiempo, una amiga francesa me contó su historia:
"Cuando tenía trece años su madre se fue. Sin despedirse. Eran cinco hermanos. El padre, pasados unos meses, les comunicó que también se iba; sin su mujer no quería continuar en la casa.
Los chicos se reunieron y decidieron que lo mejor sería que cada uno se buscara la vida por su cuenta.
Ella acababa de cumplir catorce años pero aparentaba dieciocho. Viajó a Inglaterra y trabajó como sirvienta. Estudió en una escuela nocturna, entró en un grupo de teatro, aprendió danza, se enamoró de un mimo que le enseñó a sonreir...".
Huérfana de padres vivos, esta criatura me fascinó. Cuando la conocí tenía veintiocho años, un cuerpo esbelto y poderoso, un atractivo irresistible, cierto halo de tristeza y unos ojos muy azules que seguían preguntando por qué.
De todo lo que aprendí en su presencia tal vez lo más preciado sea el recuerdo de estas palabras:
"Solo me tenía a mí, tenía que protegerme por encima de todo. Cuando estaba a punto de enfermar, tomaba unas píldoras imaginarias y le daba a mi cuerpo la orden de mantener la salud. Sigo haciéndolo en la actualidad. Hay algo en mi interior que me ayuda, si yo se lo permito."
Sé que mi amiga utilizó la experiencia del abandono como trampolín para llegar tan lejos como se propuso.
En esta difícil época de mi vida, su recuerdo me sirve para agradecer de antemano la omnipresente ayuda que sin lugar a dudas estará disponible para mí, si yo me lo permito.

Dijo alguien:
"El espacio no es un lugar que se difumina a lo lejos y puede ser cruzado, sino un estado de conciencia, la extensión de la propia vida interior".

No hay límites.