domingo, 18 de octubre de 2015

MÁS DELICADA Y MENOS INFALIBLE

Mi madre tiene noventa y tres años. Sus neuronas establecen a veces caprichosas conexiones que producen cierto desconcierto en mi mente racional entrenada para la eficacia.
Esta mañana manteníamos esta conversación: 
-Hija¡ cuánta guerra te doy, mucho más que cuando era pequeña!
-Mamá, cuando eras pequeña no te cuidaba yo.
-¿Y quién me cuidaba entonces?
-Tu madre.
Se queda mirándome con cara de extrañeza, sin añadir nada más.
Su mente trata de pensar durante unos segundos y a continuación exclama: "Están regando... ¡qué raro!, no veo a nadie regar"
-No mamá, está lloviendo.
-¡Ah! ya decía yo que lo veía raro.
En ese momento había olvidado la existencia de la lluvia. 
Mi madre va desapegándose de las ideas y yo, caminando a su lado, voy probando a ser más afectuosa y menos competente. Más delicada y menos infalible.
Ella me recuerda que todos y cada uno de los conceptos que atesoramos en la mente habrán de dejarse aquí, junto con el esqueleto.
Voy ensayando a su vera tal desentendimiento para que en el momento de partir me quede solo una idea: 
"¡Qué maravilla, todo era un juego!"