sábado, 9 de abril de 2016

¡Ay, amor, cuánto me amas!

Vino anoche el amor a visitarme, con la apariencia de un niño, durante el sueño.
Se sentó a mi lado y al mirarme... regresé desde muy lejos y aterricé en mí misma, porque en su mirada no había nada que no fuera yo.
Recordé, al despertar, que mi nacimiento había sido una explosión de existencia.
Lo recordé sin más, al salir del sueño.
Fui más tarde a nadar y yo era el agua.
Y un poco después decidí explosionar en nuevas formas de existencia y a mis alumnos les conté lo que nadie les cuenta.