martes, 21 de enero de 2014

Milagros cotidianos

Bajaba la escalera corriendo porque llegaba tarde a clase después de asistir a una reunión, llevaba la inercia de un día complicado sin un minuto libre, uno de esos días en que todo el mundo parece necesitarte, y se acercó a mí una alumna con la intención de contarme algo. Pensaba decirle, según iba bajando, que por favor me lo contara otro día, ese parón podría producirme taquicardia, tenía que abrir la puerta de clase, recoger unas fotocopias, preparar rapidamente un material para unas prácticas, hablar con el jefe de estudios... no era el momento de hablar, pero ella se detuvo en seco, me miró a los ojos y exclamó:
-Estoy embarazada, profe.
Estamos en mitad de la escalera, es el cambio de clase, hay gente subiendo y bajando y yo, ya sin ninguna prisa, solo acierto a sonreír y decirle: !qué bien!, pero a ella la veo triste.
-¿Cuántos años tienes?- diecinueve, ¿y tu novio? dieciocho, y está estudiando, como yo.
Me quedo mirándola sin añadir nada, aunque esta es una experiencia que ya he vivido muchas veces. Nunca antes había cruzado una palabra con esta niña, me parecía una persona muy tímida y reservada. Sin embargo hoy me habla como si tuviéramos una relación muy cercana:
-Todos quieren que aborte, pero yo no voy a hacerlo. Dicen que no voy a poder darle nada, pero yo creo que mi amor es lo único importante, ¿verdad?
En ese punto, el miedo le diría muchas cosas a través de mi garganta, pero no digo nada. Sus ojos me piden que no diga nada.
Continúa diciendo: Ya ya siento que está aquí, no puedo matarlo. Mi madre no quiere que lo tenga, mi novio tampoco, pero yo le he dicho al médico que voy a seguir adelante. Me dicen que voy a tener que dejar los estudios, pero, profe, yo creo que soy yo la que tiene que decidir, ¿verdad?
El miedo intenta hablar de nuevo, tiene muchas cosas que decirle, pero una vez más, mi garganta no se lo permite.
Sus ojos vuelven a suplicarme que el miedo no hable, y yo solo sonrío y me quedo sin argumentos.
Hablarían entonces las voces de la experiencia, de la sensatez, de la prudencia, pero tampoco emiten éstas sonido alguno. Sigo mirando sus ojos, sintiendo, no sé por qué, que todo está bien.
-Gracias profe, eres la única que me apoya.
El miedo ahora sí, va a tener que decir algo: bueno, no es exactamente que yo te apoye, ten en cuenta que todo está en contra, no soy yo quién, para opinar en este caso... pero sigo sin poder articular palabras, ¡yo, que suelo ser tan elocuente!, ¿qué me pasa? tendría que darle mi opinión, nada, no hablo, hay una extraña complicidad entre nosotras, hace ya rato que no sube ni baja nadie, no sé cuánto tiempo llevamos de pie entre dos escalones, qué más da, la vida generando más vida ha anestesiado mi mente, tan racional, tan lógica... y esa misma vida tomará sus decisiones como hace siempre, sé que es así, en estos momentos lo sé con absoluta certeza, si un nuevo ser ha de llegar a este mundo, lo hará, no hay mente alguna capaz de impedir este milagro.