lunes, 11 de noviembre de 2013

Tan lejos de ti

Te estoy escuchando durante un rato y después, entre las dos, llegamos a la conclusión de que has diseñado un método bastante efectivo de ataque contra ti misma. Estás consiguiendo que sea casi infalible, tienes treinta y cuatro años y nada parece funcionar del todo bien en tu cuerpo. Pasas la mitad del tiempo visitando endocrinos, nutricionistas y ginecólogos, y la otra mitad investigando en internet acerca de síntomas y pronósticos. Estás sentada frente a mí, ¿esperando un milagro?, está bien, vamos a crearlo, vamos a obrar un prodigio, algo extraordinario, que no tenga explicación razonable, porque ese es tú problema: la razón, eres muy inteligente y utilizas tu mente para ir siguiendo pistas, pero tu mente no es tu amiga, ni lo será nunca, yo solo tengo que mostrarte una serie de pautas para que tu propia risa te haga recordar y se estimule de nuevo en tu cerebro el impulso de jugar. Jugar con las palabras, con los gestos, con el cuerpo, con las emociones, con la imaginación, con el instinto, que todos ellos no sean siempre razonables, correctos, aptos, admisibles... ¡vamos, sal de ahí! yo te acompaño, ýo sé cuánto te has echado de menos, se llenan tus ojos de lágrimas, te sigo recordando quién eras y cómo recuperarte y tras un instante de lucidez, en tu rostro va apareciendo ella, ese era el milagro, es lo que estabas buscando: lo más noble, lo más tierno de ti misma, siempre ha estado ahí, justo detrás del miedo, y en mi, mientras te acompaño, desaparece cualquier atisbo de tristeza.