martes, 26 de noviembre de 2013

Una ley natural

La desesperación trata de hacerse un hueco en mi disciplinada mente, el miedo asoma la cabeza y aunque me teme porque le hago frente, acaba encontrando la manera de quedarse agazapado para intentar darme un susto de muerte en cuanto doble una esquina, me duele el dolor de alguien que está a mi lado, el futuro se muestra poco halagüeño, ya está la vida una vez más tomándose especial empeño en enseñarme algo y yo, que me creo una mujer muy sabia, me hago la despistada, tratando de mirar hacia otro lado, pero es tal su tenacidad que acabo deteniendo mis pasos y con un gran suspiro y cara de resignación, exclamo: ¡Pero bueno!, ¿otra vez?, ¿qué quieres ahora?, ella entonces (sigo refiriéndome a la vida) me transmite un determinado mensaje con especial entusiasmo pero mediante ese peculiar lenguaje en el que le gusta comunicarse: se empecina en que interprete un sueño o en que saque una conclusión después de un paseo por el infierno, a veces me desesperan sus métodos poco ortodoxos de mostrar el camino recto que aparece más bien como tortuoso sin que uno sea capaz de atisbar, ni de lejos, el dichoso sendero rectilíneo, todo parece ponerse en contra, pero, como si de una película de Hollywood se tratara, una serie de pequeños milagros empiezan a hacer acto de presencia, uno tras otro van desfilando por mi casa, son algo frágiles, eso sí, están hechos de un material poco estable, se llama aceptación, ya sabes, te hablo siempre de ella, es una cualidad tan lábil, tan escurridiza, que tiende a transformarse en otra más estable: el rechazo, esta la conoces mejor, es una condición más consolidada en general, más acorde con la permanente necesidad de queja, pero como te iba diciendo, esos sucesos mágicos surgen en el mismo instante en que yo me relajo, es sorprendente, me rindo un segundo y aparece uno de ellos, me siento infeliz, y se evapora todo rastro de portento, vuelvo a confiar y ahí están... debe tratarse de una ley natural: experimentar maravillas es incompatible con la desesperanza.