viernes, 28 de febrero de 2014

La guitarra...

Ayer lloré de nuevo al ver en la portada del periódico una foto de Paco de Lucía en el escenario, sé que en realidad estoy llorando por mi padre, son las lágrimas que hubiera querido derramar él por la pérdida de su maestro, mi madre dice hoy: "cómo le hubiera gustado a tu padre todo esto, verle en televisión y en los periódicos, ¡qué lastima que se lo esté perdiendo!, se murió demasiado pronto... mamá, tenía ochenta y cinco años, ¡no me digas!, no sabía yo que había durado tanto, y continúa: ¡qué pena, qué pena que no esté aquí tu padre...! y se me vuelve a poner un nudo en la garganta, y vuelvo a tener ganas de llorar, esta muerte me quita algo de mi padre, o tal vez sea al revés, me lo ha devuelto y se me han llenado los oídos de rasgueos y trémolos y con ellos han resucitado mis sueños de entonces, mi anhelo de hacer feliz a este hombre que cuando soltaba la guitarra caminaba errante y meditabundo, mis hermanos y yo observando cada uno de sus movimientos, haciendo méritos, buscando su aprobación, necesitados de ese amor que él solo podía darle a ese instumento con el que, tras horas y horas de duros ensayos, lograba apartar las tinieblas de su mente, todo esto ando yo removiendo en mis entrañas, lloro por mi amor por él, lloro porque al final nos quiso de veras, disfrutó de poder querernos y yo pude resarcirme de tantos años de orfandad de padre, y hoy decido que me despido de mi pena, para siempre, el flamenco lo escucharé ahora a dos guitarras, ya está a punto de llegar Paco de Lucía al cielo.