martes, 25 de junio de 2013

A mis alumnos

Se acabó el curso. Me despedí ayer de mis alumnos de tutoría después de entregarles las notas. Les dediqué unas palabras de agradecimiento y ellos correspondieron con sus habituales muestras de cariño. Dicen que son tristes las despedidas, pero quienes lo dicen no han descubierto aún, que en un pequeño reducto del corazón hay un espacio infinito (extraña paradoja) para ir almacenando el amor compartido; y es allí donde he ido guardando puntualmente el interés de dos de mis alumnas por mis "extra-oficiales" temas favoritos; ellas, con su mirada inteligente, su media sonrisa y una criatura en cada vientre (ha sido una deliciosa coincidencia) me han alentado muchas veces a abandonar el temario y a adentrarme en los territorios del alma...y es a mi corazón adonde voy a acudir cuando piense en estas adorables mujeres que me han enseñado a enseñar un poquito mejor. Y allí guardaré también el recuerdo de Alex, su complicidad y su singular belleza (infrecuente en un hombre) y algo en él, inocente e inmaculado, que ha contribuido a restituir en mí, mi propia dulzura. Y asimismo guardaré en un lugar privilegiado la mirada de Paola, perfecta discípula para todo maestro que tenga a bien hablar acerca de la vida, porque Paola está completamente viva y su vitalidad ha contribuido a potenciar la mía... Y seguiría hablando de unos y de otros, gente encantadora que a lo largo de todos estos años me ha ido enseñando a ser mejor persona. Ahora ya sé que enseñar y aprender son la misma cosa. ¡Les debo tanto a todos ellos!