martes, 17 de febrero de 2015

MÚSICA PARA EL ALMA

A veces, o siempre,  me olvido de lo que soy y el mundo aparece como un escenario fabricado de objetos, que casi pareciera predecible, obviando, por pura indolencia, el holograma que palpita tras cada una de las formas que componen esta manifestación. Holograma que Stephen Hawking describe como objeto tridimensional evolucionando en el tiempo, lo que lo convierte en cuatridimensional.
Los ojos se acostumbran a mirar sin ver y los fractales, objetos geométricos cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a diferentes escalas, en las flores, en la tela que fabrica una araña, en la hoja de un árbol, en un fósil..., nos rodean con su perfecta geometría, aportando belleza a la ya singular apariencia de este universo actuante.
Entretanto escucho un violín, y la parte más elevada de mí, lo que denominan: "higher self" haciéndose consciente de la Conciencia, recuerda las palabas de Einstein: "Sentir que detrás de cualquier cosa que pueda ser experimentada existe un algo que nuestra mente no puede captar, cuya belleza y sublimidad nos alcanza indirectamente, como un débil reflejo...", el violín ahora suena acompañado por un piano, y a mi mente llegan unas palabras del maestro Nisargadatta: "Los sentimientos y la mente, usted los cree íntimos, pero están fuera", los creía íntimos es verdad, si los sitúo fuera, ¿qué quedaría dentro?, he dado grandes pasos para llegar hasta aquí, el paso siguiente parece dificil, suena una orquesta,  no me interesa, me saca de lo sútil, vuelvo al solo de piano y regreso a Einstein: "Lo que veo en la naturaleza es una magnífica estructura que nosotros podemos comprender sólo muy imperfectamente, y eso debe llenar a una persona pensante con sentimientos de humildad", sí podría definirse como humildad lo que siento al escuchar ahora un violonchelo y explicarle entretanto a alguien, al otro lado del teléfono, que sería bueno que tratara de indagar en qué fue de lo mejor de sí mismo; me escucha y asiente cuando le digo que uno no puede esperar a estar al borde de la muerte para reflexionar sobre la vida y preguntarse: ¿Por qué no hice todo aquello que realmente quise hacer?,  el piano de Joachim Goerke suena algo triste, igual que las palabras de un científico taoista: "Es como si uno experimentara la “muerte de Dios” por decreto, y eso produjera la desaparición del sujeto como expresión de un espíritu con voluntad creadora...", ahora suena un arpa y Dios resucita de entre los muertos para confiarme un secreto en labios de Rumi: "El tú que yo amo, está en todas partes",  entro de inmediato en el holograma del que hablan los físicos, y al mismo tiempo la letra con la que escribo se hace más pequeña sin poder remediarlo, de nuevo el piano, muchas más palabras amables en el fondo de armario de mi cerebro y  el resto de mi vida para seguir resucitando a Dios a cada paso...