miércoles, 10 de abril de 2013

Los talentos con los que nacimos

Ayer le propuse un ejercicio a uno de los grupos de alumnos, gente entre dieciocho y más de cuarenta años. Bajamos las persianas, apagamos las luces y con los ojos cerrados y un bolígrafo en la mano, tenían que escribir una palabra como respuesta a cada una de las preguntas que yo iba a hacerles.
La preparación previa consistía en que cada uno de ellos imaginara que estaba solo, en un escenario, frente al patio de butacas, viendo como todo el mundo le estaba mirando.
La primera pregunta era: "Lo que más me gustaría que los demás supieran de mí, es que yo soy..." Me detenía en ese momento para que ellos escribieran la primera palabra que les viniera a la mente.
Y continuaba después con las siguientes preguntas, haciendo una pausa entre cada una de ellas:
"La razón por la que yo merezco ser feliz, es que yo soy..."
"Lo que más me gustaría que los demás vieran en mi, es que yo soy..."
"La razón por la que la gente me quiere es porque yo soy..."
Continué con el resto de las preguntas y ellos siguieron escribiendo, muy concentrados.
Al final tenían todos un conjunto de palabras, en muchos casos repetidas, y se trataba de que escogieran la que les llamara más la atención. Yo les ayudaba a cambiarla en algunos casos, encontrando la que mejor se adaptaba a lo que sentían.
Esta palabra representaba uno de los "talentos" con el que habían venido a este mundo.
Les expliqué que esta cualidad era una de las más sobresalientes en ellos y era imprescindible que la pusieran al servicio de los demás.
Todos fueron compartiendo con el resto la palabra que habían escogido y de este modo fuimos conociendo los dones de cada uno de los presentes. Y la clase se llenó de gente bondadosa, de héroes, de "especiales", de hadas y brujas buenas...
Un pequeño empujoncito, y el ser humano que tienes al lado se convierte en la versión más luminosa de sí mismo.