miércoles, 5 de febrero de 2014

Decir no cuando quieres decir no.

Frente a una demanda exterior, a veces hay un intenso "no" interno, anterior a otro "no" que uno querría expresar verbalmente, con todo el alma. El cuerpo lo expresa a su manera, aún sin mediar palabras. Esa primera negativa no verbal la muestras en la cara, en la tensión del cuerpo, en la ausencia momentánea de respiración, en el miedo que produce que no vaya a ser tenida en cuenta, y sin embargo, a pesar de todo eso, muchas veces (o siempre) dices sí.

Yo decía sí cuando quería decir no, si pensaba que mi negativa podía ofender de alguna manera al interlocutor.
Necesitaba ser aceptada, no crear conflictos, gustar al otro, agradar... mientras trataba de instalar la rabia que se iba produciendo en mi interior, en algún lugar que no resultara visible, para no molestar.
Dentro de este organismo había un ser demasiado complaciente con los demás y en absoluto conmigo misma.
Tratando de superar esta ineptitud casi patológica, empecé a ensayar con algunos "noes", al principio con timidez y más tarde de manera rotunda.
Fui aprendiendo a escuchar a mi cuerpo en primer lugar y a decir NO con una sonrisa cuando necesitaba hacerlo, añadiendo detrás un amable "gracias", continuando con la sonrisa puesta mientras el otro iba digiriendo mi: "no siempre bien recibida" respuesta.
Una vez superada esta fase, solo quedaba disfrutar de una maravillosa e inusitada sensación de libertad.
Fue interesante descubrir que no pasaba nada. Los habitantes de este planeta, no se daban la vuelta, en bloque, negándome el saludo. Más aún, creo que lo que genera esta actitud, es respeto.