miércoles, 8 de abril de 2015

DULCIFICANDO LA VIDA

Viví en México a los veinticuatro años. Fui una profesora que hablaba deprisa y "golpeado"- como decían mis alumnos- y me tocó intentar ensayar ser un poco más dulce. Allí aprendí que se puede acariciar con las palabras.
También pude disfrutar, asombrada, de comer tarta en clase cuando se celebraba un cumpleaños o "papas" con chile y burritos con queso y coca-cola a media mañana mientras explicaba trigonometría. Y aprendí a dar clase de Biología utilizando plastilina. Me enseñó a hacerlo una profesora menuda, de mirada chispeante, que me pidió por favor que le enviara un abanico cuando regresara a España.
Ayer la recordaba, mientras mis alumnos diseñaban un aparato genital masculino con esa pasta vegetal colorida y moldeable. Empezaron algo cohibidos y terminamos todos bromeando con posiciones y tamaños.
Esta tarde toca hacer el femenino. Hablaremos de fecundación, del espermatozoide más rápido y ¡cómo no!, de la vida... ¿Podré acariciarles con mis palabras? Una vez más, volveré a intentarlo.