martes, 18 de febrero de 2014

Alegre bondad

Mi alumna Verónica, de veintidos años, vino a España a los diecisiete porque en su país, El Salvador, no tenía posibilidades de estudiar. Me lo contaba ayer durante un cambio de clase, al preguntarle yo por su familia. Ella es la mayor de siete hermanos, la pequeña de cinco años. Empezó a trabajar como interna en una casa, estudiando los fines de semana. Ahora trabaja en una residencia de ancianos por las mañanas y acude a clase por la tarde. Desde el principio envió dinero a sus padres, y ahora también paga el alquiler de la habitación que dos de sus hermanos necesitan para poder estudiar en la universidad, que está muy lejos de su casa. Me habla de ellos, con orgullo:
"Los dos tienen una beca de estudios. En mi país no te la dan por tener poco dinero, porque allí somos todos pobres, te la conceden por las calificaciones. Mis hermanos tienen sobresaliente en todas las asignaturas, saben que tienen que esforzarse mucho porque yo voy a ayudarles".
Me lo contaba sonriendo, como hace siempre. Es una chica muy alegre, llena de vida.
Yo fui ayer mejor persona durante un rato, solo por tratar de parecerme un poco a ella.