miércoles, 29 de enero de 2014

La compasión no es pena.

Un día aprendí que la compasión no es pena.
Es un elevado sentimiento, es ponerse en el lugar del otro y acompañarle en su aflicción, sabiendo que es un igual.
La compasión hacia el afligido no empequeñece a éste, le dignifica y engrandece asímismo al compasivo.
La compasión es amor, no es otra cosa.
La pena, por el contrario, está fabricada de miedo. Es el ego tratando de colocarse por encima de aquél que sufre. La pena separa, y produce rabia en el sujeto digno de lástima.

Dicen que había un ciego pidiendo en la calle con un cartel que rezaba: " Por favor ayúdenme, soy ciego" y al lado un cestillo con muy poco dinero.
Pasaba por allí camino del trabajo un ser compasivo y al ver la exigua cantidad de monedas que contenía el cesto, le dio la vuelta al cartón y escribió algo.
Cuando este hombre regresó a su casa al final de la tarde, pudo ver que delante del ciego había una bonita cantidad de monedas.
¿Qué había escrito en el cartel?:
"Ya es primavera y yo no puedo verla"

viernes, 24 de enero de 2014

Amar y bailar requieren cierta técnica.

Me sorprendió en su día que bailar flamenco fuera una cuestión de técnica, yo pensaba que eran movimientos espontáneos que surgían de forma natural inspirados por determinada música y que solo se necesitaban ciertas indicaciones de un experto para que aquél derroche de pasión pudiera expresarse de forma adecuada. Me apunté muy ufana a una clase creyéndome poseedora de talento para este arte, y después de taconear el mismo paso durante varias semanas, y con dolor de lumbares, llegué a la conclusión de que no me había llamado Dios a ser una gran bailaora ya que si aquellos movimientos no eran innatos en mí, no estaba yo dispuesta a invertir media vida en la dichosa técnica.
Me ocurrió lo mismo en el amor, no acababa de dominar los pasos. Parecía que sí, pero era que no. Este arte me parecía aún más difícil que zapatear el cante jondo.
Desistí de bailar flamenco, pero a esta otra disciplina no me dejaron renunciar, si alguna vez lo intenté, enseguida me puso la vida un maestro delante que se encargó de advertirme: "Aún no sabes".
Paciente y humilde acepté este hecho y continué avanzando, aprendiendo a gran velocidad. Volví a escuchar de nuevo las mismas palabras: "Aún no sabes". Desesperada y orgullosa repliqué airada: ¡Cómo que no! pasando a enumerar una serie de notables mejoras en mi actitud ante los demás.
Esperando en vano una señal de aprobación, me resigné a continuar ensayando nuevas tácticas amatorias.
Me acerqué al sabio, de puntillas, a escuchar su veredicto, pasado un tiempo prudencial, y de su boca escuché:"Cuando sepas, lo sabrás" (ahora se dedicaba a contarme adivinanzas).
De vez en cuando dialogo yo conmigo misma, de este modo: "Aún no sé que sé, luego aún no sé"
El maestro ya no necesita decir nada, solo me sonríe, afectuoso, con compasión infinita.
Nunca efectuaré un perfecto quiebro de cintura bailando una soleá, pero a amar voy a aprender, estoy segura, dedico a este propósito mi vida entera.



martes, 21 de enero de 2014

Milagros cotidianos

Bajaba la escalera corriendo porque llegaba tarde a clase después de asistir a una reunión, llevaba la inercia de un día complicado sin un minuto libre, uno de esos días en que todo el mundo parece necesitarte, y se acercó a mí una alumna con la intención de contarme algo. Pensaba decirle, según iba bajando, que por favor me lo contara otro día, ese parón podría producirme taquicardia, tenía que abrir la puerta de clase, recoger unas fotocopias, preparar rapidamente un material para unas prácticas, hablar con el jefe de estudios... no era el momento de hablar, pero ella se detuvo en seco, me miró a los ojos y exclamó:
-Estoy embarazada, profe.
Estamos en mitad de la escalera, es el cambio de clase, hay gente subiendo y bajando y yo, ya sin ninguna prisa, solo acierto a sonreír y decirle: !qué bien!, pero a ella la veo triste.
-¿Cuántos años tienes?- diecinueve, ¿y tu novio? dieciocho, y está estudiando, como yo.
Me quedo mirándola sin añadir nada, aunque esta es una experiencia que ya he vivido muchas veces. Nunca antes había cruzado una palabra con esta niña, me parecía una persona muy tímida y reservada. Sin embargo hoy me habla como si tuviéramos una relación muy cercana:
-Todos quieren que aborte, pero yo no voy a hacerlo. Dicen que no voy a poder darle nada, pero yo creo que mi amor es lo único importante, ¿verdad?
En ese punto, el miedo le diría muchas cosas a través de mi garganta, pero no digo nada. Sus ojos me piden que no diga nada.
Continúa diciendo: Ya ya siento que está aquí, no puedo matarlo. Mi madre no quiere que lo tenga, mi novio tampoco, pero yo le he dicho al médico que voy a seguir adelante. Me dicen que voy a tener que dejar los estudios, pero, profe, yo creo que soy yo la que tiene que decidir, ¿verdad?
El miedo intenta hablar de nuevo, tiene muchas cosas que decirle, pero una vez más, mi garganta no se lo permite.
Sus ojos vuelven a suplicarme que el miedo no hable, y yo solo sonrío y me quedo sin argumentos.
Hablarían entonces las voces de la experiencia, de la sensatez, de la prudencia, pero tampoco emiten éstas sonido alguno. Sigo mirando sus ojos, sintiendo, no sé por qué, que todo está bien.
-Gracias profe, eres la única que me apoya.
El miedo ahora sí, va a tener que decir algo: bueno, no es exactamente que yo te apoye, ten en cuenta que todo está en contra, no soy yo quién, para opinar en este caso... pero sigo sin poder articular palabras, ¡yo, que suelo ser tan elocuente!, ¿qué me pasa? tendría que darle mi opinión, nada, no hablo, hay una extraña complicidad entre nosotras, hace ya rato que no sube ni baja nadie, no sé cuánto tiempo llevamos de pie entre dos escalones, qué más da, la vida generando más vida ha anestesiado mi mente, tan racional, tan lógica... y esa misma vida tomará sus decisiones como hace siempre, sé que es así, en estos momentos lo sé con absoluta certeza, si un nuevo ser ha de llegar a este mundo, lo hará, no hay mente alguna capaz de impedir este milagro.




domingo, 19 de enero de 2014

Regreso a casa

Te cuento que me gustaba vivir intensamente y que también sufría con intensidad.
"Son los dos lados de la misma tela" - exclamaría el sabio.
Me casé con un hombre que odiaba una vida gris. Me abandonó este hombre, no pude amarle.
Conocí más tarde la noche, los garitos de moda. Mamá, cuídame a los niños. Gracias. Tengo que salir de casa, es viernes por la noche y estoy sola. Conocí, de lejos, el ansiado paraíso. De lejos fue, tuve la suerte (que entonces era maldición) de no medir quince centímetros más, de no ser tan guapa como ellas, las que podían elegir entre modelos y jugadores de la NBA. Yo estaba allí, sin embargo, con el vaso de whisky en la mano, observando, escondida detrás de mi aspecto "normal". Podía verles bailar, en el centro del local, moviendo con sensualidad dos metros de estatura, camisa y dientes blancos, brillando en la oscuridad. Entran las más atractivas, cocaína, ansiedad, movimiento de caderas, brazos y piernas. Me salvó no ser tan guapa como ellas. El edén se convertíría en infierno.
Odiaba las noches de Madrid con pase VIP, pero tenía que huir de la vitalidad de mis hijos, de su alegría, de la cotidianidad. Buscaba en la noche mi salvación, como hizo mi padre.
Flamenco, fuego, danza de tambores, vestidos étnicos, seducción... Solo quería sentirme viva.
Respiración holotrópica, antifaz y música que mueve las entrañas. No fumar, no beber, no comer animales, no tomar productos lácteos, no dormir, meditación, instrospección. Un maestro, dos maestros, tres maestros... ¡YA BASTA!
¡Ah, poderosa mente, de nuevo me engañas!
Rendida, emprendo el camino de regreso a casa.
¿Sabéis? ahí fuera no hay nada. Era solo un espejismo.
¿Desde cuándo brilláis de esta manera?, ¿qué está ocurriendo?...
Papá, no te lo vas a creer, al fin encontré el paraíso: la luz tenía que proyectarla yo.





viernes, 17 de enero de 2014

Permiso para volar

Esta mañana me sentía extraña, con un entusiasmo que no necesitaba ser compartido, era un estado que requería interiorización, por eso se me ocurrió poner música de violonchelo, de violonchelo triste, así se llama mi música preferida. Me senté en un sillón con los ojos cerrados y sucedió algo inesperado: me convertí en "escuchar".
Fue una experiencia nueva. Ahora sé que nunca en toda mi vida había disfrutado realmente de la música, porque hoy sin esperarlo, mi cuerpo se convirtió en una cuerda más del instrumento que utilizaba el intérprete, vibraba de una manera extraña, y yo (no sé qué parte de mí) entretanto, escuchando con la totalidad de mi ser, observaba cómo la pieza que ejecutaba el músico se entremezclaba con el ritmo de mi metabolismo y no era felicidad lo que sentía porque no había nadie que pudiera sentir nada, solo existían la música y el escuchar, y yo acabé siendo ambas cosas.
Nunca imaginé que pudiera convertirme en cuerda de violonchelo.
Me gustó ser una cuerda y abandonar la mente. ("Sé sin mente" dice el maestro)
Pasadas unas horas y sin ninguna intención, regresé de lo inconcebible y me encontré de nuevo en el pensar. Lo acepté, ¡qué remedio! pero solo como algo transitorio.
¿En qué podré convertirme mañana? Una vez descubierto el camino hacia lo inimaginable, mi imaginación se frota las manos entusiasmada.
Me ha pedido permiso para volar y se lo he concedido.


jueves, 16 de enero de 2014

Aún no he aprendido...

Cuanto más creo que avanzo, más lejos diviso el horizonte.
Es bueno que así sea, lo mejor está por llegar: lo mejor de mí y de ti.
Aún no he conocido la bendita paz que sé que podría experimentar.
Aún no he sido esencialmente buena.
Aún no he sido capaz de escuchar el silencio sin salir corriendo a refugiarme en el parloteo de mi mente.
Aún te observo, desconfiada, sin amarte por completo.
Aún espero recibir, creyendo que me falta algo.
Aún te juzgo, sin haber abrazado con anterioridad tu dolor.
Aún estoy expectante ante la vida, aunque ésta me muestre, compasiva, que todo está desde siempre disponible y a mi alcance.
Aún podría hacerte daño porque no he aprendido a decir solo lo justo y necesario.
Aún podría compararte con otro, no me lo tengas en cuenta, no conozco todavía el significado de la palabra suficiente.
Aún no es tarde, pero sé que he de correr si quiero llegar a tiempo de hacerte sentir bien cuando más lo necesites.
Aún tendré que rendirme a tus pies cuando muestres curiosidad por la vida.
Aún no he descifrado mis mejores sueños.
Aún no he aprendido a hacer el amor con Dios.
Aún me verás mendigando aprobación, incapaz de darme la vuelta y observar a toda la creación, sonriéndome.

martes, 14 de enero de 2014

Ya no viviré en Detroit

Leo en el periódico que en Detroit hay barrios enteros deshabitados debido a la crisis económica y que el ayuntamiento de la ciudad ha puesto en marcha un plan de rehabilitación de uno de ellos, con la intención de crear un distrito de escritores. Han hecho un llamamiento a gente de todo el mundo que se dedique a escribir, ofrecen una casa gratis durante dos años que regalan pasado este tiempo si uno muestra la intención de instalarse con carácter definitivo en la ciudad. Eso sí, tienes que demostrar que no tienes trabajo, así es que después de imaginarme meciéndome de noche en un balancín del porche de una casa con paredes de pladur, con un rectángulo de jardín enfrente, un Maverick del 73 delante de la puerta del garaje y unos vecinos algo obesos y encantadores que me agasajarían al llegar con una cesta llena de dulces, decido que mejor pienso en otra cosa. ¿Qué podría hacer? cuando hago algo nuevo, descubro zonas sin estrenar en mi cerebro. ¿Uno se vende por dinero? (mi prima Cristina me contestaría que sí), dicen que Mozart lo hizo, se vendió por un puesto fijo que le ofreció el emperador José II, como compositor de cámara, trabajo que no le producía ningún entusiasmo, por lo que el músico comentó: "Me pagan demasiado para lo que hago y demasiado poco para lo que podría hacer". ¨Lo que podría hacer... sin ánimo de equipararnos con Mozart, me entusiasma la idea de que todos disponemos de un potencial creativo que en cualquier momento se puede manifestar, surgiendo entonces una viveza o animación que nos sorprendería a nosotros mismos.
Yo me vendo por dinero, por un trabajo fijo, igual que Mozart, pero algunos de mis alumnos son tan especiales, están tan llenos de vida, que en su presencia siento que explicar la difusión de gases en sangre puede ser tan estimulante como viajar a Detroit o componer la sinfonía número 41 en do mayor de Mozart.


viernes, 10 de enero de 2014

¿Creceré algún día?

No me queda bien la combinación de ropa que he elegido hoy para ir a trabajar, no pegan las botas con el vestido, y la chaqueta es de un color demasiado llamativo. Me miro y me remiro antes de salir de casa y no acabo de sentirme cómoda. Le pregunto a mi chico y duda unos segundos antes de comentar que no está del todo mal, y por supuesto su comentario me hace sentir aún peor, pero ya no me da tiempo a ponerme otra cosa, salgo al fin de casa con la autoestima baja y una chaqueta fucsia.
Al llegar, quiero esconderme detrás de las cortinas antes de que me vea alguien, pero me surgen dos problemas: en este lugar no hay cortinas y yo ya no tengo cinco años. No me queda más remedio que enfrentarme a la mirada ajena y sufrir el escarnio público.
Pero no, no me escarnia nadie, al contrario, varias compañeras me dicen: "Ay, Nieves, qué guapa vienes hoy, que vestido tan bonito, y qué colores tan vivos´..."
Ya está, ya me siento bien. Voy monísima.
Lo de que no había cortinas es verdad, pero de que no tengo cinco años, no estoy yo tan segura.

martes, 7 de enero de 2014

El mejor regalo

Los Reyes Magos me trajeron ayer, sin envolver en papel de regalo, una infinita tristeza que mi mente no era capaz de mitigar (porque a veces ocurre que todo se convierte en nada), iba la emoción acompañada de grandes dosis de ternura prodecente de algunos miembros de mi familia a los que descoloca en gran medida verme carente de alegría, hubiera necesitado llorar pero no era el momento, nunca suele serlo cuando estás en compañía, aún así, a pesar de no poder permanecer en soledad y silencio como hubiera necesitado, sabiendo que la experiencia era un regalo de sus majestades, probé a dejarme querer, algo no demasiado frecuente más por falta de humildad que de ocasiones, y en el transcurso de ese quererme los otros, apareció en mí una dulce sensación de pertenencia, y la nada se fue sin despedirse, no fui consciente del momento en que partió, estaba yo demasiado ocupada permitiéndome gozar del amor que me rodeaba, el mejor regalo, sin envoltorio ni lazos.

sábado, 4 de enero de 2014

Al otro lado del espejo

Algunas veces (otras no) la vida me da permiso para colarme al otro lado del espejo. No es que me coloque detrás, es que lo atravieso.
Allí no hay un allí, tampoco un ir y venir. El espacio es infinito pero no cabe la menor duda. La luz no crea sombras porque no necesita disimular. Las palabras danzan ante mi sin intención de comunicar nada, danzan por el simple placer de disfrutar bailando. Me voy escurriendo de mi personalidad, dejando embaladas las emociones, hasta mi regreso. Tres billones de recuerdos se agolpan queriendo desfilar con sus mejores galas, yo compasiva les dedico cierta atención y enseguida me instalo de nuevo en el "ahora mismo".
No tengo miedo a despertar porque no estoy dormida. Loca de atar pero inmensamente libre salgo de un laberinto en el que no recuerdo haber entrado, ¡es divertido!, parece no haber nadie y sin embargo nunca me senti en tan buena compañía. Voy alcanzando cima tras cima sin mediar ni una sola fase de descenso. No caminan las piernas, transmigran las células. Toda cantidad decidió elevarse al cubo y la abundancia se colocó a mi lado con la intención de forjar una amistad duradera. Voy al más allá y nunca regreso porque no hay después. Me dan a elegir como quiero pasar el resto de mi vida y en una centésima de segundo decido que no es necesario decidir. Se flota sin agua y sin aire, sé que es flotar lo que experimento porque la ingravidez me va contando de qué está hecha. La risa se está riendo a carcajadas y de repente no estoy segura de si soy yo o es ella. En este lugar, sin cirios, velan por todos y cada uno de nosotros. Todo es mejor que nada, siendo esta nada ya perfecta.
Al otro lado del espejo nadie escribe versos, porque todo es poesía.