miércoles, 26 de noviembre de 2014

Lo inimaginable

Dicen (los que saben que no hay que saber) que el mundo es solo un producto de la imaginación, y que es tan poderosa la intención de mantener lo creado, que cada día, tras el sueño profundo, todo reaparece ante nuestros ojos como si nunca hubiera dejado de estar ahí, a pesar de ser tan solo un recuerdo grabado en la memoria.
Una vez que en mi mente se introdujo la idea de aceptar este hecho, no me quedó más remedio que investigar de qué manera actuaba la Conciencia para mantener la trama del sueño y al mismo tiempo existir sin color ni forma, sin espacio ni tiempo.
Descubrí que la Conciencia crea y destruye, para volver a crear. Crea universos, ideas y silencios, o permanece en reposo sin añorar el movimiento.
¿Cómo seguir siendo una persona sabiendo que todo es un simple sueño?
El personaje que escribe estas líneas continúa su historia basada en el condicionamiento de ideas y acciones previas, mientras yo me introduzco por una grieta entre pensamiento y pensamiento y me sorprendo al encontrarme con el otro lado de la tela de esta existencia, donde uno puede gozar de la libertad de ser la inspiración profunda previa a un orgasmo, cargada de añoranza, o en el interior de un retrato colgado en la pared de un museo, una excelente pincelada de color blanco en el ojo del antepasado de un rey.
Desenmascarada la impostora, puedo revolotear por encima de la razonabilidad. Ya fui razonable varias décadas. Sin razón no sería persona y eso es precisamente lo que quiero. Prefiero ser musa antes que gran literato. Prefiero ser tinta indeleble en un manuscrito de alquimia antes que mujer formal.
Desde no sé donde, llegó un permiso para poder ser yo. Ponerme muy seria cuando la ocasión lo requiera... casi que ya no.
Sin fronteras definidas, puedo entrar y salir a mi antojo, del dolor, el escepticismo o la incertidumbre.
Ahora soy rana en el sueño de la bella Paola o confidente de una hermosa criatura llamada Marta.
Exploro el aquí que parecía más allá y todos los cuentos jamás contados se cuelan de sopetón en el ahora mismo, para que yo sonría.
Cuando las cosas se ponen feas, me convierto en la fealdad que sabe por qué ha venido.
La energía potencial y mi espíritu juegan al escondite inglés. Una cuenta y el otro avanza.
Me voy a hacer la comida.