jueves, 28 de noviembre de 2013

ALEGRIA EN CONSERVA

"Hoy no sabía qué ponerme, y me he puesto contento"
Es una de esas alentadoras frases que circulan por facebook, impresa debajo de una foto de un niño algo feucho pero encantador; la lees, sientes ascender por la columna un camino eléctrico que enlaza el pasado con el ahora proyectándose hacia el futuro, fluye la serotonina por tu cerebro, sonríes, fabricas un estado repentino de contento y enseguida retomas el estado previo de introspección analítica en busca de temas espinosos que has de solventar mediante grandes dosis de preocupación.
Aquí os regalo otra aún más poderosa:
"Mata, pues, con la espada de la sabiduría la duda nacida de la ignorancia que yace en tu corazón.
Sé uno (en armonía contigo mismo) en el Yoga, y levántate, gran guerrero, levántate."
La lees y literalmente das un bote en el asiento, durante unos instantes te sientes en verdad ese guerrero, la adrenalina irrumpe en tu torrente sanguíneo, llegas incluso a experimentar la fuerza de tu brazo sujetando la espada.
Y ahora:
"Toda la materia, incluso la partícula más pequeña que pueda existir, ya sea en la Tierra o en el espacio exterior, está en una danza cósmica continua".
Empiezan a danzar tus células, casi escuchas el concierto para violín nº 5 de Mozart...
Pero si lees a continuación unas palabras de Lao Tsé: "Mediante la no acción todo puede hacerse", entonces decides quedarte muy quieto, casi sin respirar, a ver que pasa.
Al cabo de un rato, de vuelta a la realidad: a correr para acabar pronto con lo que sea y esperar a que llegue al fín eso que estás esperando, que siempre está un poco más adelante.
Ahora lees esto, y piensas que es verdad, detienes de nuevo un ratito el chismorreo que mantienes con tu mente, suspiras sintiendo un gran cansancio repentino, cierras este blog y vuelves a facebook tranquilamente a continuar animándote con una frase como: "la vida es hoy", que te reconcilia de inmediato con la prisa y la ansiedad que sientes en este momento y te levantas de un salto para ponerte a hacer algo de más provecho, que no están las cosas para perder el tiempo, debe ser que Nieves no tiene otra cosa que hacer que leer frases de maestros.

martes, 26 de noviembre de 2013

Una ley natural

La desesperación trata de hacerse un hueco en mi disciplinada mente, el miedo asoma la cabeza y aunque me teme porque le hago frente, acaba encontrando la manera de quedarse agazapado para intentar darme un susto de muerte en cuanto doble una esquina, me duele el dolor de alguien que está a mi lado, el futuro se muestra poco halagüeño, ya está la vida una vez más tomándose especial empeño en enseñarme algo y yo, que me creo una mujer muy sabia, me hago la despistada, tratando de mirar hacia otro lado, pero es tal su tenacidad que acabo deteniendo mis pasos y con un gran suspiro y cara de resignación, exclamo: ¡Pero bueno!, ¿otra vez?, ¿qué quieres ahora?, ella entonces (sigo refiriéndome a la vida) me transmite un determinado mensaje con especial entusiasmo pero mediante ese peculiar lenguaje en el que le gusta comunicarse: se empecina en que interprete un sueño o en que saque una conclusión después de un paseo por el infierno, a veces me desesperan sus métodos poco ortodoxos de mostrar el camino recto que aparece más bien como tortuoso sin que uno sea capaz de atisbar, ni de lejos, el dichoso sendero rectilíneo, todo parece ponerse en contra, pero, como si de una película de Hollywood se tratara, una serie de pequeños milagros empiezan a hacer acto de presencia, uno tras otro van desfilando por mi casa, son algo frágiles, eso sí, están hechos de un material poco estable, se llama aceptación, ya sabes, te hablo siempre de ella, es una cualidad tan lábil, tan escurridiza, que tiende a transformarse en otra más estable: el rechazo, esta la conoces mejor, es una condición más consolidada en general, más acorde con la permanente necesidad de queja, pero como te iba diciendo, esos sucesos mágicos surgen en el mismo instante en que yo me relajo, es sorprendente, me rindo un segundo y aparece uno de ellos, me siento infeliz, y se evapora todo rastro de portento, vuelvo a confiar y ahí están... debe tratarse de una ley natural: experimentar maravillas es incompatible con la desesperanza.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

No me invites a jugar a Candy crush

Hace tiempo que tengo la sensación de que no tengo que perder el tiempo. Un físico cuántico me diría que el tiempo no puede perderse porque no existe, por lo tanto tendría yo que expresarme de otro modo, diría entonces que hay momentos que parecen estar llenos de un contenido que provoca en mí una sensación de satisfacción o serenidad o incluso plenitud, y otros que producen el efecto contrario, me vacían incluso de mí misma.
Me ocurre esto último cuando me invitan en facebook a probar cumpleaños, a jugar a Candy crush saga, o me piden que indique que me gusta the Backties... pero, ¿qué es eso?, ¿qué es the Backties?... no quiero jugar a Candy crush, no quiero probar cumpleaños, lo siento, Mark Elliot Zuckerberg, pero después de varios años de utilizar tu invento, tengo que decirte que sigo prefiriendo pasar un rato con alguien de carne y hueso, ya que algunas veces soy capaz de abrir de par en par mi alma en presencia de otro, ocasión que aprovecha éste para hacer lo propio, produciéndose el curioso efecto de la desaparición del inexistente tiempo, ocurre que se vuelve innecesario y solo existe un fluir entre dos, la danza más hermosa que conozco.

martes, 19 de noviembre de 2013

Gracias, cerveza. Adiós, cerveza.

Perdí la pasión por la vida sin darme cuenta. Me quedé en un estado de letargo, viviendo por pura inercia. ¡Bendita Saccharomyces cerevisiae! (humilde levadura que interviene en la producción de cerveza) que me ayudó a revitalizar mi abatido espíritu, incapaz como yo era de desbloquear el taponamiento emocional que se concentraba en mi garganta.
Después de unos cuantos vasos de aquél brebaje amargo, mis pensamientos pesaban menos y los problemas se iban alejando hasta hacerse diminutos y soportables. El nivel de alcohol en mi cerebro era inversamente proporcional a mis penas.
Aún recuerdo la juerga que pasé en la Facultad en unas prácticas de zoología diseccionando un mejillón después de una comida regada con un nutrido número de cañas, todo me hacía gracia, nunca me había divertido tanto en un laboratorio. El profesor es el que no estuvo tan de acuerdo en la manera en que yo investigué en la anatomía del molusco, me llamó la atención unas cuantas veces, algo inaudito dado mi intachable habitual comportamiento de joven educada y siempre adecuada. El alcohol me parecía en aquellos momentos algo increíble, conseguía en una hora lo que un psiquiatra seguro que no hubiera logrado en veinte años. Lo malo era que aquello era transitorio, me daba rabia que Dios hubiera inventado un remedio tan efímero para mi angustia vital. Y es que no era un remedio, era más bien un impedimento para ponerme en contacto con la verdadera causa de mi desolación.
Un buen día conocí la palabra asertividad. Y seguí con la cerveza. Otro día me explicaron su significado. Y continué bebiendo. Un tiempo después comprendí al fin que mi problema era mi incapacidad para expresar lo que pensaba y sentía, y empecé a beber horchata y zumo de melocotón, después de darme permiso para hablar de mí misma hasta quedarme afónica, una vez perdido el miedo a aburrir al personal.
Aprendí que la asertividad es amor en estado puro. Incluso aunque tú me agredas con la palabra yo puedo expresar lo que siento, sin ánimo de ofenderte en modo alguno. Si vuelves a agredirme, yo, con serenidad, te comunico de nuevo mis sentimientos, ajena a tus emociones descontroladas. Nunca me coloco por encima ni por debajo. No me defiendo con pasividad ni te ataco con agresividad, simplemente expreso lo que en ese momento estoy sintiendo, lo que a veces me lleva a observar una intensa rabia que debo descender de cien a cero para llorar a continuación con hipo en tu presencia, eso sí, sin actitud de víctima. No hay reproches, no se necesitan, solo le pongo palabras a lo que mi cuerpo está manifestando. Solo hablo de mí, a ti te dejo en paz, bastante tienes tú, con hacerte cargo de ti mismo.
¡Ay, Nieves!, entonces, ¿tú ya eres asertiva?
Qué va, en absoluto. Me parece casi imposible, pero ese "casi", me hace concebir cierta esperanza.

jueves, 14 de noviembre de 2013

DULCE HOGAR

Ocho de la mañana en urgencias acompañando a mi pareja, no ha dormido nada esta noche, apoya la cabeza en mi hombro mientras esperamos en una sala de espera llena de gente variopinta, suenan los móviles de casi todo el mundo, oyes aunque no quieras las conversaciones ajenas: "Me he venido solo, cogí la garrota y ya está... que no, que no vengas, pues cómo voy a estar, hecho polvo...", "Pásame a la Loli... Ay, hija, qué nochecita he pasado, vomitando todo el tiempo, no voy a poder ir a lo de la Juani...", "me pican las plantas de los pies y de las manos, bueno palmas, como se llame..." Por megafonía suenan timbres y nombres: "Isabel Puerta pase por la puerta número dos", curioso apellidarse puerta, pienso yo, y me imagino cada año en el colegio las bromitas que tuvo que soportar..., "Manuel Rábano, pase por consulta siete", este en el colegio, todavía peor..., algunos dormitan, otros regañan con el que tienen al lado, una niña de unos dos años pasa una y otra vez por debajo de las piernas de su padre que está de pie, con varios abrigos y un bolso de señora, plateado, colgado del hombro, mi cabeza va escribiendo todas las escenas (cada loco con su tema), nos llaman, entramos en una consulta, la médico es bastante antipática, meten a mi chico en una sala llena de sillones y le colocan un suero, se duerme el pobre de puro agotamiento, a mí me echan, solo se puede estar un rato, antes de irme escucho al señor de al lado, diabético con la tensión alta, contestar a unas preguntas: ¿Cúanto bebe usted?,¿Yo?, poco, ¿pero cuánto más o menos? lo normal, unos seis o siete vasos de vino, la mujer añade: "Los fines de semana mucho más", ya sí, claro, los fines de semana me tomo mis copitas como todo el mundo, el anciano de enfrente se empeña en que ha venido solo a revisión, dice su hija que ha tenido diarrea toda la noche, qué va, estoy estupendamente, ¿qué día es hoy?, le pregunta el médico, pues doce, no catorce, rectifica, y ¿qué mes?, noviembre, qué gracia, no le pillan, me mira sonriendo y hace un gesto como diciendo: "qué tonterías me están preguntando", tiene muy buena pinta el caballero, debía ser todo un seductor de joven, también puedo ver enfrente a un pobre abuelo con una tos espantosa y una cara muy triste, y una mujer con bata de casa y zapatillas esperando a que le suban un poco las plaquetas para irse a su casa..., salgo a la calle, ¡qué hambre! llevo sin comer ni beber nada más de seis horas, cojo el coche, llego a casa, como algo deprisa, me cambio de ropa, me voy a trabajar, conduzco treinta y cinco kilómetros, explico el sistema circulatorio y la articulación sinovial, corrijo unos exámenes, hablo con una ex alumna que tiene problemas de amores, me dirijo de nuevo al hospital, no permiten visitas hasta las ocho, al cambiar de bolso se me olvidó la tarjeta que me habían dado para poder entrar por la noche, tengo que volver a casa (total, solo cuarenta kilómetros más, entre ida y vuelta) entro, cojo la tarjeta, vuelvo al coche, llego al hospital, de repente se ha levantado un viento furibundo, una hora esperando hasta que me dejan entrar, me regaña una señora por colarme según ella, entro al fin, está completamente agotado y tapado con una sábana, ¿por qué te han puesto eso?, tenía frio, pero si es una sábana, ya pero está doblada, todo el día ha estado sentado en ese potro de tortura, la médico se acerca y nos anuncia que ya nos vamos, te lo mereces, menudo día llevas, comenta la doctora, dos horas esperando a que le den el alta, a mí se me olvidó cenar, nos dan el parte, pone varón de setenta años, se lo devuelvo y esperamos otra media hora a que lo recitifiquen, mientras veo llegar a unos cuantos que van a pasar allí la noche porque no hay camas disponibles, llegamos a casa, él se tumba en el sofá, le tapo con una mantita, y exclama: "esto es como estar en el cielo" y yo me dejo caer, desmayada, en el sillón de al lado, contenta al verle sonreir, con los ojos cerrados. Nada mejor que pasar un día de perros, jaja... para ser capaz de agradecer el regalo de un instante perfecto.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

SIN OBJECIÓN ALGUNA

Anónimo pregunta: ¿Primero ama lo que haces y luego haz lo que amas?, ¿al revés?, ¿cómo relacionar ambas cuestiones? y a mí se me ocurre al leer estas palabras, que yo, en ocasiones, he sido feliz en un tanatorio y muy desdichada en una boda. He llorado de emoción después de caminar varios kilómetros con los pies llenos de ampollas en el camino de Santiago y sin embargo me he sentido miserable en muchas fiestas.
Cuando estoy bien, amo cada mota de polvo en suspensión. Por el contrario, cuando mis emociones se confabulan contra mí, detesto el erróneo planteamiento de esta existencia, que en esos momentos considero completamente absurda.
Si no soy capaz de aceptar los imprevistos, me sentiré desgraciada en las islas Seychelles si despierto con una erupción cutánea. Si personalizo los ataques de los demás, visitaré el infierno aunque sea la primera violonchelista de la orquesta filarmónica de Viena. Si tengo expectativas, me defraudarán los resultados. Si mi alegría depende de condicionamientos externos, la tristeza estará asegurada a la vuelta de la esquina.
Dicen que las cosas no son como son, sino como tú eres.
Desde ti surge el mundo que habitas.
Creo que lo que yo amo es la verdad, independientemente de lo que esté haciendo. Es lo que me encontré en el velatorio, cuando algunos sentimientos eran tan auténticos que me sentía feliz de poder experimentar tanta cercanía hacia otro ser humano.
Busco tal verdad en mí. A veces la encuentro. Suele estar al fondo de mi mente, detrás de un montón de objeciones e inconvenientes. Cuando retiro estos, asoma entonces esa veracidad, y lo primero que hace es invitarme a jugar.
A veces acepto, y me encuentro al amor como compañero de juego. Una vez juntos, cualquier actividad es una fiesta.






lunes, 11 de noviembre de 2013

Tan lejos de ti

Te estoy escuchando durante un rato y después, entre las dos, llegamos a la conclusión de que has diseñado un método bastante efectivo de ataque contra ti misma. Estás consiguiendo que sea casi infalible, tienes treinta y cuatro años y nada parece funcionar del todo bien en tu cuerpo. Pasas la mitad del tiempo visitando endocrinos, nutricionistas y ginecólogos, y la otra mitad investigando en internet acerca de síntomas y pronósticos. Estás sentada frente a mí, ¿esperando un milagro?, está bien, vamos a crearlo, vamos a obrar un prodigio, algo extraordinario, que no tenga explicación razonable, porque ese es tú problema: la razón, eres muy inteligente y utilizas tu mente para ir siguiendo pistas, pero tu mente no es tu amiga, ni lo será nunca, yo solo tengo que mostrarte una serie de pautas para que tu propia risa te haga recordar y se estimule de nuevo en tu cerebro el impulso de jugar. Jugar con las palabras, con los gestos, con el cuerpo, con las emociones, con la imaginación, con el instinto, que todos ellos no sean siempre razonables, correctos, aptos, admisibles... ¡vamos, sal de ahí! yo te acompaño, ýo sé cuánto te has echado de menos, se llenan tus ojos de lágrimas, te sigo recordando quién eras y cómo recuperarte y tras un instante de lucidez, en tu rostro va apareciendo ella, ese era el milagro, es lo que estabas buscando: lo más noble, lo más tierno de ti misma, siempre ha estado ahí, justo detrás del miedo, y en mi, mientras te acompaño, desaparece cualquier atisbo de tristeza.



sábado, 9 de noviembre de 2013

NOSTALGIA DE TI

Dice un médico japonés, especialista en cáncer: "Por encima de todo, ama lo que haces".
Yo no amaba, entre muchas otras cosas, bañar a mis hijos cuando eran pequeños, era una de las cargas diarias que sobrellevaba con muy poca paciencia, lo hacía con prisa y a disgusto, deseando que salieran cuanto antes del agua, para darles la cena y que se acostaran pronto.
Ahora que ambos pasan de los veinticinco, me imagino poder haberme sentado en una banqueta al lado de la bañera donde se remojaban juntos y haber sido capaz de disfrutar con ellos aunque hubiera sido un solo día, y se me pone un nudo en la garganta porque me doy cuenta de que en esos momentos yo siempre estaba demasiado cansada por haber pasado el día entero sin amar nada de lo que hacía, cumpliendo una tarea tras otra, incluyendo el cuidado de esas dos criaturas en la lista de agotadoras ocupaciones. Lo que hubiera dado entonces por haber tenido un puesto de mangos en una playa del Caribe, soltera, bronceada y feliz todo el año, jaja...
Crecieron los niños y yo seguí sin amar lo que hacía (no eran ellos, por tanto, los culpables de mi desasosiego): cuidé del perro con ansiedad, modifiqué varias veces mi dieta, intenté cambiar el mundo, me enfurecí por no ser perfecta, se me cayó el alma a los pies en varias ocasiones y harta de mí misma, me senté a llorar un buen rato.
Derrame una lágrima por cada error, por eso tuve que llorar varios años.
Ahora, imperfecta y en un mundo que nunca será como yo lo hubiera diseñado, disfruto de ser capaz de disfrutar de todo y nada. Y disfruto de ti. Me gusta sentarme a tu lado y que me hables de lo que sientes.
¿Y quién eres tú? Eres un ser que necesita que alguien le recuerde algo vital para pillarle el sentido a esta existencia: AMA LO QUE HACES.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Ama y haz lo que quieras

Ayer empecé explicando en clase el tema del sistema inmunológico y terminé hablando del proceso del enamoramiento, de lo raro que es que alguien que está enamorado se ponga enfermo.
Empezamos todos muy serios y acabamos riéndonos a carcajadas.
No puedo evitarlo, tengo que salirme del temario cada cierto tiempo, y una vez fuera, ¡hay tantos temas apasionantes!
Yo diseñaría una asignatura que podría llamarse: "la inutilidad del sufrimiento". El ministerio no ha decidido aún la implantación de dicha materia pero teniendo en cuenta que a mí dar una clase "normal" me hace sufrir mucho, no tengo más remedio que ser fiel a mis principios, y se llame como se llame el tema que me toque impartir, yo siempre termino hablando de la vida y sus misterios.
Hace unos años logré entrevistarme con un alto cargo del ministerio de educación y le hice una propuesta semejante a esta (la asignatura tenía otro nombre, por supuesto, era algo así como técnicas de conocimiento personal) y después de escucharme muy interesado y asegurar que lo que yo pretendía era imposible, exclamó: "Eso sí, tú, dentro de tu clase, haz lo que te dé la gana".
Y eso es lo que hago siguiendo su acertado consejo.
Un sabio dijo: "Enseña paz y así sabrás lo que es".
Soy profesora y solo quiero enseñar paz: satisfacción, bienestar, tranquilidad, bonanza, serenidad, calma, armonía, concordia, hermandad...



martes, 5 de noviembre de 2013

Pidiendo amor a gritos

Cuántas veces lo pedí yo de esta manera, después de discutir por cualquier cosa, cargada de razón, levantando la voz para extraer todo el dolor de mi garganta, dolor que no remitía tras la disputa, más bien se incrementaba porque lo que quería decir no era lo que estaba diciendo, porque las palabras que necesitaba expresar no era capaz de encontrarlas, quería gritar: "por favor, ayúdame, estoy muy triste", y sin embargo de mi boca solo surgían reproches, aún así, esperaba que reaccionara el otro, que fuera capaz de no personalizar mi ataque, que se convirtiera de pronto en maestro y me abrazara aunque yo estuviera hiriéndole con mis palabras, cómo era posible que no se diera cuenta de la necesidad que yo tenía de un abrazo, ¿un abrazo?, no, necesitaba mucho más, lo que en verdad quería era que alguien me cogiera entre sus brazos y me meciera suavemente, susurrándome al oído: "Ya, mi niña, tranquila..., todo está bien..." y quedarme ahí, acurrucada, con los ojos cerrados, dejando caer las lágrimas, hasta lograr reconciliarme con mi pena antigua, y ocurrió que esto llegó a ocurrir, se me concedió un amoroso espacio para resolver el conflicto conmigo misma, y ahora tú me cuentas que le has gritado ayer a tu marido, le has insultado mientras salía por la puerta, huyendo de esa furia que perturba en ocasiones tu entendimiento, reconoces que no tiene nada que ver con él, es muy buena persona, pero no puedes evitar que la vida te saque a veces de quicio y lo pagas con el que está más cerca, te pusiste entonces a jugar en el suelo con tu pequeño, de cuatro años, tratando de que remitiera la angustia y el niño, deteniendo el juego, con el dedo índice levantado, te dijo: una cosita, mami... no se dice "estúpido", y yo, que ya sé que llorar desconsolada y con rabia no sirve para nada, me dispuse a procurarte tal consuelo, las dos nos miramos en silencio después de un rato, ya sin lágrimas y un poco más sabias, reconfortadas ambas por nuestra mutua compañía, sin un ápice de rencor, revitalizadas por nuestra propia energía creativa, somos mujeres, capaces de generar vida de mil maneras distintas, y juntas, aunando nuestras fuerzas, previamente sintonizadas en la frecuencia del amor, ¿de qué no seríamos capaces?