viernes, 9 de octubre de 2015

Alumnos adolescentes

Tengo alumnos muy jóvenes este año. De medio mundo y alguno que otro de España. Tienen entre diecisiete y veintitantos años.
Las primeras clases suelen consistir en mi empeño en hacerles ver cuánto no saben. Dediqué la primera semana completa a este propósito. Me quedé sin voz y ellos sin neuronas.
Dicen que hay más cielos, muchos más cielos aún por descubrir. Aplico este elevado pensamiento a las horas que paso en clase y deduzco que tal bóveda celeste podría hallarla en estos seres que unas veces me desesperan y otras  me reconfortan. Todo depende de dónde me sitúe yo.
Si me ofenden su incultura y su ineptitud, me pongo demasiado seria y pierdo un tramo de mi vida, imposible de recuperar.
Si disfruto con sus bromas y sus inevitables juegos de adolescentes, peso menos al cabo de un rato. La seriedad es una sustancia apelmazada y densa .
Enseño lo mismo en ambos casos. Aprenden mucho más si sonrío yo