viernes, 27 de diciembre de 2013

El prisma

Dicen que en el centro del pecho tiene el ser humano un prisma de mil caras y que el propósito de esta vida consiste en ir limpiando una a una cada faceta, hasta lograr que todas ellas recuperen el brillo que tuvieron, el cual permanece oculto debido a la pérdida progresiva de conciencia. Se fueron cubriendo de polvo a medida que fuimos involucionando, inmersos en la mente y sus desvaríos.
No es nada fácil eliminar la porquería que se ha ido acumulando con los años, así es que coloco luces y un brillante espumillón en el árbol, envuelvo los regalos en papel de plata, enciendo velitas rojas, y ya está, todo brilla a mi alrededor. Pero... ¡Ay! el prisma aún permanece sin limpiar. Y el dinero no abrillanta, que ya lo he probado, parece que produce destellos, pero al final te das cuenta de que el polvo del cristal sigue en su sitio. El enamoramiento tampoco sirve de nada, tiene solo un efecto transitorio. Ni visitar lugares exóticos, cuando regresas a tu casa, el fulgor desaparece. Entonces, ¿qué?. He pensado que lo que necesito es un abrillantador de sentimientos. Voy a empezar por sacar brillo a la nostalgia, parece ser que a fuerza de frotar, ésta desaparece y se convierte en aceptación. Después continuaré con la envidia que espero se convierta en satisfacción. Luego puliré el rencor que anda algo agazapado y cepillaré con brío el desaliento, para que surja alegría. Que no se me olvide la ira encubierta, y la sensación de pena por mí misma, y...
Te dejo, que como ves tengo mucho que hacer, mil caras son muchas y me deben quedar más de novecientas.
Todo es ponerse.