domingo, 7 de abril de 2013

¿Reír o llorar?

Siempre puedo reír. Y también llorar. Ambas posibilidades me resultan alentadoras. Lloro mucho últimamente y no hay desazón ni rabia en mi llanto, es más bien una descarga de todas las emociones acumuladas durante los últimos cuarenta años que han decidido salir en forma de lágrimas (siempre es mejor que un ataque de asma) y cuando mi madre viaja a través del tiempo y del espacio y decide que yo debo ser hija de alguno de sus hermanos porque tengo el aire de la familia, en esos momentos decido reír, con ella, y después cuando recupera esa conciencia peregrina que se gasta en los últimos tiempos y entonces me vuelve a mirar muy fijamente y me dice: "Pero... si tú eres mi hija, la más bonita del mundo"... entonces me da por llorar, esta vez de alegría porque vuelvo a tener madre, y entretanto ocurre que borro un texto que llevaba escribiendo más de un mes, por darle a la opción "si" cuando tenía que haber sido "no" al preguntarme el dichoso ordenador: ¿Desea reemplazar el archivo existente? y esta vez si que había cierta rabia, pero no la lloré ni la reí, me senté delante del traidor aparato y empecé de nuevo, como hace mi madre, como si no hubiera pasado nada, y al llegar al gimnasio al que voy tres veces por semana (que me encanta porque hay una clase de meditación los viernes con una profesora encantadora) me dicen que ha cerrado definitivamente por una cuestión de impagos, todo ocurre el mismo día, me quedo sin libro, sin gimnasio y un ratito sin madre...reinicio y continúo satisfecha, porque puedo elegir reír o llorar según me plazca.