lunes, 9 de junio de 2014

Celebración

No estaba invitada a la fiesta. Aún así se presentó acompañando a su marido y a su hija.
Cuando llegó nos miramos de arriba abajo, con cierto disimulo.
Por esta mujer mi familia dejó de serlo para convertirse en un grupo de tres almas a la deriva.
Ella eligió al hombre que resultaba ser el padre de mis dos hijos, y en el nuevo orden que ambos establecieron, sobraba yo.
Ahora, unos años después, nos sentamos una al lado de la otra en el jardín de mi casa.
No hay pasado en mi mente. No hay emociones tratando de arruinar este momento.
Su niña apoya la cabeza en el hombro de mi hijo.
Creí ser nada sin él y resultó que en su ausencia, entre llanto y llanto, fui sumando identidad a mi persona y la que hoy se sienta al lado de su mujer es más valiente, y puede que también más generosa.
-¿Qué estamos celebrando?- pregunta él.
No hay un motivo en concreto- le respondo.
Sería muy largo de contar el tremendo viaje que realicé yo desde el infierno de la soledad hasta este preciso instante. Se esfumaron el dolor y la nostalgia.
No porque le sustituyera a él, más bien porque reemplacé a la víctima que fui por otra que es capaz de apreciar y aceptar la vida tal como es.
Esta misma vida fue la que me enseñó a sentirme digna.

jueves, 5 de junio de 2014

Cuando medía menos de un metro...

Se me ocurre recordar que cuando medía noventa centímetros el mundo de arriba, el de las personas más altas, se me antojaba perfecto.
Le pido a la niña de entonces que me cuente cómo era aquél mirar y ella- que andaba por aquí- complaciente expone:
Todo ocurre, no hay nada que se quede sin ser. Todo está sin estrenar porque no conozco la palabra usado.
No tengo nada que hacer pero nunca me detengo porque es divertido moverse. Me duermo pero no sé que estoy dormida por eso cuando me despierto sigo soñando. No sé que no sé bailar y bailo como me da la gana. Hay suelo todo el tiempo, me tumbo en él, las pelusas ruedan, cuando las cojo con los dedos son suaves. No sé que creceré algún día, ni siquiera sé que existe el tiempo, para jugar no necesito nada más que lo que tengo.
Me escondo debajo de la cama para no ver nada cuando me canso de mirar. Si voy al espejo veo lo que veo y si no voy no está lo que no estoy viendo. Voy con el hambre corriendo a comer. Primero hay niebla y después me duermo.
No conozco el significado de nunca y siempre, todo está y cuando no está no me acuerdo.

miércoles, 4 de junio de 2014

Nunca volveré a ser joven para siempre...

Las canas se empecinan en entremezclarse con mi pelo. Comienza la cuenta atrás. Ya nunca volveré a ser joven para siempre, jaja... Mi juventud duró bastante, me dio tiempo a hacer las suficientes estupideces como para dar por terminado el ciclo: fumé demasiado y sin ganas la mayoría de las veces, bebí presa del desánimo y el alcohol no supo crearme un nuevo carácter, vestí minifaldas imposibles y tacones insufribles sin lograr perder el zapato que me convertiría en princesa, me tosté al sol, vuelta y vuelta, imité el peinado de otras soportando un flequillo que me producía urticaria, no fui feliz ni un solo día pero jugué a que sí, no quise realmente a nadie y menos a mí persona y en un momento dado al darme cuenta creo que lloré arrepentida porque me había prometido ser feliz y al final no cumplí tal promesa, ocurrió que pasé de largo por mi juventud sin tenerme en cuenta y me encontré sin más instalada en la edad adulta, sin tener que simular ni parecer, ¡qué maravilla el cambio de tercio! ya solo me resta recuperar la alegría que perdí en el transcurso de la mocedad y una vez transformado el talante no volver a mirar hacia atrás no vaya a ser que me dé por inyectarme bótox y tratar de aparentar aquellos treinta que tan infeliz me hicieron cuando pensaba que el sufrir era parte de mi encanto.