miércoles, 26 de abril de 2017

AMADAS FIERAS

Saco a pasear a Yoko- la perrita de mi hija- que está conmigo mientras ella trabaja (o sea, todo el día). Entro en un recinto cerrado que hay cerca de casa, la suelto y antes de que yo pueda reaccionar veo que vienen corriendo hacia nosotras tres enormes especímenes que no tengo el placer de conocer. Como ya no tengo la oportunidad de volver a sujetarla y salir huyendo, no me queda más remedio que aceptar nuestro destino. Esta criatura que considera amigo a todo ser de dos o cuatro patas (mientras no le demuestren lo contrario) se pone a olisquear a las tres "fieras" para salir a continuación  corriendo detrás de ellos como alma que lleva el diablo, mientras yo, cosa increíble, consigo relajarme. Hace unos años hubiera muerto de un infarto, pero cuidar de una perrita Pitbull es lo que tiene. Ella, todo bondad, me ha enseñado a confiar. Su nobleza es nuestra carta de presentación. La veo jugar controlando su fuerza, mordisqueando, sin clavar unos dientes que si los miras de cerca te dejan sin aliento. En otras ocasiones, si el perro es pequeño, al jugar, salta por encima casi a cámara lenta.
Este tierno animal apoya su cabeza sobre mis piernas cuando duermo la siesta. Te enamora, aunque no quieras.
Debería ir con bozal, pertenece a una raza muy peligrosa, pero como este ejemplar en particular solo ha recibido cariño desde que nació, resulta que es un ser sencillamente adorable.