lunes, 24 de febrero de 2014

Improductiva respuesta emocional

Dicen que debido a los guiones psicológicos que decidimos en la infancia bajo la influencia de los padres y otras figuras de autoridad, hemos desarrollado una serie de patrones improductivos de respuesta emocional.
Esta es una manera literaria y aburrida de explicar lo que uno de mis ex alumnos preferidos describía ayer de forma sencilla y perfecta:
-Me gustaría que aunque las cosas me afectaran, yo supiera separar el que me afecten, con ponerme mal, con encerrarme en mí mismo y no querer hablar. Parezco un niño que se enfada porque le han dicho algo que no le gusta oír. Me cuesta demasiado cambiar. Mi cabeza sabe que debería hacerlo, pero mi cuerpo no me deja. Hay algo que me impide dar el paso de hacer algo difícil y diferente. Mi cuerpo prefiere seguir así, porque es más fácil.

Madurar sería dar ese arduo y casi imposible paso hacia una respuesta diferente.
Sabes que si dices eso que estás a punto de decir, se va a enfurecer el que tienes enfrente, y aún así, eres testigo de cómo esas palabras salen por tu boca.
O por el contrario, sabes que deberías decir aquello que necesitarías expresar, pero eres incapaz de articular palabra alguna.
Nuestras cabezas lo saben, pero nuestros cuerpos siguen así, porque es más fácil.
Yo trabajo cada día con una impertinente que habita en mí. Es, por supuesto, producto del dichoso guión infantil, pero eso no me hace menos responsable de su inaceptable actitud.
Le di un ultimátum: le dije que tenía que irse o iba a contarle a todo el mundo su desafortunada manera de proceder. No me hizo caso, así es que no me ha quedado más remedio que hablar de ella.
El escritor Og Mandino decía: "Cuando sienta la tentación de dañar con mis palabras, me morderé la lengua"
En ello estoy.