martes, 11 de junio de 2013

Voy a demostrarte cuánto valgo

Por estas fechas y hasta hace no demasiados años, comenzaba en el interior de mi mente un proceso obsesivo por producir dosis masivas de melanina, para lograr un bronceado con el que obtendría un "dominicano" color de piel que me convertiría en una mujer más atractiva y exótica, con una piel más brillante y unos dientes en apariencia más blancos, con lo que conseguiría aquello que nunca logré: sentirme bien conmigo misma. El dorado de mi piel desaparecía sin remedio al avanzar el otoño y yo recuperaba mi natural condición de persona insatisfecha.
Se trataba de llamar la atención para poder sentirme importante y valiosa. ¡Pobrecita, qué poca cosa se sentía, sin saberlo, en el interior de aquél cuerpo tostado!
Ayer me hice consciente de otro de mis personajes, la mujer sabia, poseedora del "conocimiento supremo".
Iba paseando con mi madre, ella comentó: "Si toda la gente fuera honrada, no habría tantos robos" y yo, un poco harta de las frases simplistas de mi madre, repliqué enseguida: " Mamá, tiene que haber de todo en esta vida, existe la luz y existe la oscuridad, existe el día y existe la noche, existe el bien para que podamos conocer el mal..." y mi madre, deteniéndose y sacando un pañuelo de papel del bolsillo de la chaqueta, añadió: " Y existen los kleenex para que podamos limpiarnos las narices"...Continuamos caminando las dos en silencio, yo aguantando la risa, consciente de la lección que acababa de recibir de mi madre y dándome cuenta de lo trascendente que me pongo algunas veces, tratando de demostrarle al mundo cuánto valgo. Es la misma que la adicta al bronceado. ¡Tengo que querer mucho a esa pobre criatura!