martes, 10 de octubre de 2017

¡Adultez, no existes!

Contaba el escritor francés André Malraux que, al ser preguntado un anciano sacerdote sobre su conclusión acerca del ser humano tras haber escuchado a cientos de personas en confesión durante cincuenta años, éste respondió: "Fundamentalmente, no hay adultos".

Es verdad, no conozco ni he conocido nunca a ningún adulto. Yo misma no lo soy en absoluto.
Las fases de supuesta adultez fueron las peores de mi vida.
Revoco el decreto de avanzar hasta el estado de madurez.
Dejo sin valor o efecto la ley que promulga  en mí la necesidad de evolucionar hacia un estado de pleno desarrollo físico y mental.
Elijo no poder definir quién soy ni cómo soy (he descubierto que a mis células les parece bien).
Elijo improvisar. Los afectos, incluso (algunos están obsoletos).
Me propongo estrenar vida el resto de mi vida.
Para ello he de recuperar el instinto de jugar.

Definición de jugar: "Realizar una actividad o hacer una cosa, generalmente ejercitando alguna capacidad o destreza, con el fin de divertirse o entretenerse".

¿Mi mejor capacidad?: la de descubrir qué hay detrás de todo lo que tiene un detrás.

"La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño."  (Nietzsche)    
                                                                                                                                                         
Juego, muy seria, a descubrir a qué juegan todos los demás.
Ningún adulto alrededor. Esto promete.