viernes, 13 de noviembre de 2015

¿Nos ama el sol?

En los márgenes del parking de mi centro de trabajo un señor del barrio, ya mayor, creó un huerto donde antes solo crecía mala hierba.
Empezó siendo un lugar para que los alumnos de la ESO sembraran la tierra y recolectaran sus frutos.
De esa experiencia ya no queda nada, pero el jardinero sigue en su puesto, cuidando de esa diminuta parcela de terreno casi invadida por los coches.
Anoche, a las nueve y media, me lo encontré ya de salida, ¿quieres una col?, sí, claro. La sacó de la tierra delante de mí, con su navaja, con gran esfuerzo, cortando el tronco que la anclaba a la tierra. Me la entregó y yo la cogí casi abrazándola. Estaba viva todavía. Casi se me saltan las lágrimas.
Me acompañó esa col hasta mi casa, sentadita a mi lado en el coche.
¿Se puede sentir amor por un repollo? Creo que era ese el sentimiento que me despertó la pequeña bola blanca rodeada de hojas.

Una amiga me escribe: "¡Gracias por tanto!, eres una de las pinzas que sujeta mis prendas al sol".
Lo leo, cierro los ojos y respiro profundo, agradecida por formar parte de ese luminoso conjunto de ropa limpia,  pinzas y  sol.
Me recordó a una frase de un libro que un cierto día leí emocionada:
"Seguro que mi madre eligió mi nombre mientras abría la ventana sonriéndole al sol de la mañana, como hacía siempre".
¡Ay, sol, y plantas, fuego, viento, agua y silencio!, me habláis en un lenguaje que entiendo mejor que el de algunos seres humanos.