viernes, 16 de enero de 2015

Hablando de la vida...

Explicando hoy en clase el sondaje nasogástrico, con todo el material preparado para introducir una sonda en la nariz del maniquí, les contaba a mis alumnos la importancia que tiene pedirle al paciente que respire por la boca para evitar que experimente una sensación desagradable de asfixia, y para ponerles en situación y lograr que empatizaran con el supuesto paciente, les puse el ejemplo de una amiga mía que unos días atrás, durante las vacaciones de Navidad, en una excursión con su familia, se había introducido en una cueva estrecha y profunda, y les decía que yo no hubiera sido capaz de hacerlo de ninguna manera porque nací con varias vueltas de cordón alrededor del cuello y después de tan traumática experiencia resulta difícil revivir situaciones
que impliquen una sensación de ahogo. De ahí pasé a detallar la cantidad de emociones que experimenta un bebé en el interior del útero, la información que reciben del exterior, la conciencia que tienen de lo que van a encontrarse al nacer... los alumnos empezaban a participar contando sus propias experiencias. Pasé a hablar de las consecuencias emocionales de nacer por cesárea o de ser "de sexo equivocado" (cuando los padres desean un bebé de sexo opuesto al tuyo) o de pasar más de nueve meses en el útero materno (por no querer enfrentarte a una situación difícil en el exterior)... y el sondaje nasogástrico tuvo que posponerse hasta la hora siguiente porque todo el mundo quería saber más acerca de estos temas y la mayoría tenía algo importante que comentar.
Yo diseñaría una asignatura que tuviera por nombre: "la vida". Se impartiría desde los tres hasta los noventa años, jaja...
Me jubilaré sin haberlo logrado.
(Se lo propondré a los de arriba)