viernes, 24 de enero de 2014

Amar y bailar requieren cierta técnica.

Me sorprendió en su día que bailar flamenco fuera una cuestión de técnica, yo pensaba que eran movimientos espontáneos que surgían de forma natural inspirados por determinada música y que solo se necesitaban ciertas indicaciones de un experto para que aquél derroche de pasión pudiera expresarse de forma adecuada. Me apunté muy ufana a una clase creyéndome poseedora de talento para este arte, y después de taconear el mismo paso durante varias semanas, y con dolor de lumbares, llegué a la conclusión de que no me había llamado Dios a ser una gran bailaora ya que si aquellos movimientos no eran innatos en mí, no estaba yo dispuesta a invertir media vida en la dichosa técnica.
Me ocurrió lo mismo en el amor, no acababa de dominar los pasos. Parecía que sí, pero era que no. Este arte me parecía aún más difícil que zapatear el cante jondo.
Desistí de bailar flamenco, pero a esta otra disciplina no me dejaron renunciar, si alguna vez lo intenté, enseguida me puso la vida un maestro delante que se encargó de advertirme: "Aún no sabes".
Paciente y humilde acepté este hecho y continué avanzando, aprendiendo a gran velocidad. Volví a escuchar de nuevo las mismas palabras: "Aún no sabes". Desesperada y orgullosa repliqué airada: ¡Cómo que no! pasando a enumerar una serie de notables mejoras en mi actitud ante los demás.
Esperando en vano una señal de aprobación, me resigné a continuar ensayando nuevas tácticas amatorias.
Me acerqué al sabio, de puntillas, a escuchar su veredicto, pasado un tiempo prudencial, y de su boca escuché:"Cuando sepas, lo sabrás" (ahora se dedicaba a contarme adivinanzas).
De vez en cuando dialogo yo conmigo misma, de este modo: "Aún no sé que sé, luego aún no sé"
El maestro ya no necesita decir nada, solo me sonríe, afectuoso, con compasión infinita.
Nunca efectuaré un perfecto quiebro de cintura bailando una soleá, pero a amar voy a aprender, estoy segura, dedico a este propósito mi vida entera.